A pesar de que la situación actual en el fútbol base es de incertidumbre debido a la crisis del coronavirus, los contratiempos sanitarios no han frenado a los responsables del Racing Ribarroja, un nuevo proyecto de escuela de fútbol base que acaba de nacer en la localidad valenciana.
El club surge, según sus directivos, con la misión de «educar en valores a nuestros pequeños y pequeñas futbolistas» y de usar «aquello que les apasiona que es el fútbol, como una herramienta para formar personas comprometidas con la sociedad».
«Queremos conseguir que jugar sea una diversión, pero que ese divertimento vaya siempre unido a un aprendizaje y una adquisición de valores: respeto, compromiso, solidaridad, esfuerzo, pertenencia, responsabilidad, superación, disciplina, compañerismo, sacrificio, cultura del esfuerzo y pasión serán algunas de sus señas de identidad.»
Para liderar este proyecto, el club ha firmado como Director Deportivo a Emilio J. Llácer Martínez. El técnico, un «profesional con amplia experiencia», pasó 15 años formando parte de la Academia del Valencia CF, donde pudo «demostrar su valía en la formación de jóvenes talentos que ahora triunfan en el fútbol profesional».
Uno de los objetivos de la entidad es ser «ser el club referente de la comarca del Camp del Turia». Desde su directiva afirman que Ribarroja es «un municipio en constante crecimiento» tanto a nivel económico como demográfico y consideran que la fundación del club será «algo muy beneficioso para dicha población y para todos los pueblos que rodean la misma».
«Este nuevo club busca y pretende ser la casa de todos y, en unos años, la bandera de la comarca.»
Dentro de los valores que la escuela quiere promover, destaca que su colaborador oficial sea la ONG Payasospital, que recalca «una clara vocación social y solidaria» de esta nueva institución. A nivel de imagen, la indumentaria escogida por el club muestra cuatro franjas en el pecho que, según sus responsables, simbolizan lo que consideran los pilares fundamentales de su escuela: el jugador/a, las familias, los técnicos y el club.
Para cerrar su carta de presentación, desde la escuela se abre la puerta a jugadores «desde querubines hasta juveniles».