“Las emociones pueden alterar el comportamiento de los entrenadores cuando no se controlan convenientemente y son ellas las que ejercen el control”
Santiago era el entrenador de un equipo juvenil de fútbol que compaginaba su trabajo por las mañanas con su pasión como entrenador por las tardes. Él estaba convencido de que entrenar en la iniciación deportiva formando jugadores de fútbol era algo bonito, motivante y que exigía una gran responsabilidad. Por eso, siempre antes de comenzar el entrenamiento se autoevalúa procurando evitar que las condiciones previas con las que acudía al mismo influyeran negativamente en su conducta.
En su experiencia como técnico había comprobado que cuando se presentaba en el entrenamiento frustrado o eufórico por cuestiones ajenas al deporte su actitud y comportamiento no eran los más adecuados.
Francisco, joven entrenador de fútbol, tenía los miércoles una agenda agotadora: iniciaba pronto el día recibiendo clases en la Universidad durante toda la mañana, más tarde tenía que dar sus prácticas en un Colegio a niños de primaria (donde se dejaba mucha energía), y después cambiaba de contexto y se ponía el “traje” de entrenador.
La tarde comenzaba con un equipo infantil, seguía con su papel como segundo entrenador en un equipo benjamín, para terminar la jornada dirigiendo al equipo cadete [el mejor equipo del club]. Muchos días llegaba tan cansado al último entrenamiento que:
- Unas veces se mostraba apático, apenas intervenía, limitándose a observar de forma pasiva el entrenamiento repitiendo los mismos ejercicios de la última semana sin dar feedback de ningún tipo a sus futbolistas.
- Otras veces se mostraba muy enfadado o agresivo. Un día este enfado hizo que al terminar el entrenamiento reuniera a los jugadores en el vestuario donde les acusó de no entrenar con la intensidad adecuada, reprochándoles su falta de atención durante el mismo y amenazándolos con que en el próximo entrenamiento iba a echar a cualquier jugador que no estuviera atento [desgraciadamente, según los futbolistas “no era la primera vez” que Francisco actuaba de esta manera].
Esquema de actuación de Francisco en el último entrenamiento:
- SITUACIÓN: Entrenamiento de táctica colectiva: nuevo ejercicio de defensa
- EMOCIÓN (del 1 al 10): Enfadado (9)
- CONSECUENCIAS: Gritos a sus deportistas y al final del entrenamiento charla amenazante a los jugadores
Estos dos entrenadores, Santiago y Francisco, muestran dos comportamientos contrapuestos que dejan traslucir algo tan esencial, importante y difícil [tantas veces olvidado] que es que para rendir adecuadamente en su tarea como entrenadores, éstos deben “funcionar” de forma óptima siendo fundamental que tengan “la habilidad de controlar sus propias emociones”.
Algunas estrategias para el autocontrol de las emociones que pueden utilizar los entrenadores:
- Aprender la habilidad de autocontrolar sus propias emociones trabajando con un Psicólogo deportivo “para ejercer el control en los 3 niveles que se deben considerar”.
- Si el día de mayor cansancio Francisco realiza los ejercicios más difíciles o incorpora aprendizajes complejos que requieren mucha atención consciente por parte de los jugadores, debe entender que éstos necesitarán tiempo para asimilarlos. En este clima es más probable que la lentitud en incorporar los nuevos conceptos y los frecuentes errores que efectúen los futbolistas terminan por enfadarle desembocando en el esquema donde determinadas “situaciones ligadas a emociones intensas provocan consecuencias negativas”.
- En esta dinámica Francisco debe aprender a organizarse mejor y gestionar bien el entrenamiento, por ejemplo, delegando en su segundo entrenador la dirección de los primeros ejercicios, interviniendo únicamente de forma selectiva o corrigiendo exclusivamente los gestos técnicos defensivos más importantes. Pero, sobre todo, adecuando el tipo de entrenamiento y los ejercicios a la categoría de los deportistas procurando olvidarse de las grandes estrategias defensivas y centrándose en la enseñanza de la técnica.
- Además, en ningún caso los entrenadores pueden acusar a los deportistas de falta de atención, sino que les deben especificar a qué estímulos deben atender preferentemente, esa es una de sus principales tareas durante el entrenamiento.
Es importante que los entrenadores conozcan que su comportamiento tiene unas consecuencias negativas muy perjudiciales:
- Desgaste en la relación con sus jóvenes futbolistas.
- Mal ambiente durante los entrenamientos en lugar de estar trabajando en un clima motivacional centrado en la tarea.
- La autoconfianza en el entrenador se puede resquebrajar al no observar los jugadores “un modelo de control emocional”.
- Pérdida de credibilidad del entrenador porque seguramente en el siguiente entrenamiento, al estar en otra disposición emocional completamente diferente, no hará lo que dijo que iba a hacer: “echar del entrenamiento a cada futbolista que no estuviera atento y no se esforzara convenientemente”.
De esta manera, para los entrenadores conocer las consecuencias de sus conductas “es una medida muy útil para aumentar su estado de alerta sobre esta cuestión y favorecer, así, el autocontrol”.
En definitiva, el entrenador debe saber controlar sus emociones no dejándose llevar y dominar por estas para lograr un comportamiento adecuado en los entrenamientos. Actuando de esta manera conseguirá “influir adecuadamente en el funcionamiento psicológico de sus deportistas”, uno de los principales objetivos pedagógicos que debe perseguir.
J. Enrique Rincón
Psicólogo deportivo