En el mundo del fútbol influyen muchos factores más allá de lo que ocurre en el propio césped. Los despachos de las ciudades deportivas y los estadios son lugares muy frecuentados por agentes, padres de jugadores, los propios futbolistas y demás personas relevantes. Pero hay una figura de la que no se habla apenas: la del entrenador personal que se implica día y noche en el crecimiento del jugador para que potencie su rendimiento.
ESPORTBASE Media entrevista a Ariel López (Mar de Plata, Argentina, 1977), fundador y CEO de Fit España, para que cuente su historia desde que llegó del país sudamericano hasta instaurarse como una de las mejores manos en las que confían muchos deportistas de alto nivel. Lo que se ‘ve’ es lo que hace el jugador en el campo, pero detrás hay una preparación importante y extensa. Lleva más de 20 años en España y la creación de Fit España fue un punto de inflexión en su vida.
Seguramente mucha gente no conozca su ámbito de trabajo, centrado en el entrenamiento personal con deportistas de élite. ¿Cuál es su biografía?
Mi nombre es Ariel López, tengo 47 años y tengo más de 20 años de experiencia en el mundo del deporte y de alto rendimiento. Vine en el 2003 por mi deporte, el atletismo. De pequeño jugaba al fútbol en mi ciudad natal, en Mar del Plata (Argentina). Llegué hasta el equipo filial, pero luego me dediqué más al atletismo a nivel individual individual, al atletismo: mi prueba eran los 100 metros. Ya tenía la carrera sacada, también estuvo trabajando allí como profesor, pero la situación económica y todo lo posterior al ‘corralito’ me forzó a salir.
Empecé a generar mi proyecto, a hacer mi cartera de clientes en todos los deportes. No he trabajado solamente en el fútbol, tengo un bagaje más polivalente a pesar de que siempre mi origen argentino me ayudó mucho. El fútbol es una pasión y me encanta, lo llevo en la sangre, pero la necesidad y las ganas de aprender te da relación con otros deportistas, que te van aportando nuevos conocimientos que yo utilizo luego con mis jugadores.
Más allá de la situación de su país y las dificultades a nivel profesional, ¿tenía usted algún objetivo en mente al venir a España?
Sí, yo siempre tenía en mente, a ver, yo vine porque yo salí subcampeón nacional de 100 metros en Argentina, y me iba muy bien en el deporte, y en esta época, en el 2003, en España estaba todo muy en auge, yo vine en la época donde el Valencia Terrimar traía a sus deportistas, y entonces yo no competía para ese equipo, pero sí tenía la posibilidad de venir a una ciudad donde el clima, la situación, la cantidad de competiciones y tal, me ayudaba a aprender un poco de la élite del atletismo. También estar cerca también de otros deportes que, evidentemente España, la marca de España y todo lo que lleva al deporte español, te ayuda a estar cerca de ahí. De hecho mi entrenador de atletismo ahora es el entrenador, el seleccionador nacional de la Federación Española de Atletismo.
Entonces mi objetivo era aprender, mi objetivo era una experiencia, me casé y me vine con mi mujer, con Sofía, que me ha ayudado todo hasta este camino muchísimo, y el apoyo de mi familia, el apoyo de todo un poco fue lo que nos llevó a llevar esto adelante, no por necesidad y porque uno siempre tiene ganas de aprender, tiene ganas de rodearse de gente positiva y que sume. Eso por supuesto, el espíritu de siempre mejorar y ir hacia adelante hay que tenerlo.
Desde el 2003 gestiona el proyecto de Fit España, ya consolidado y que ha crecido mucho. ¿Cómo nació esta iniciativa? ¿Y cómo ha evolucionado hasta entrenar a jugadoras como Carlos Romero o los gemelos Sibile, entre otros?
Cuando llegué a España lo primero era consolidarme, quería seguir progresando en el atletismo. Unos amigos de Madrid me ayudaron a alojarme unos días hasta poder hacer carreras que me puedan probar, porque el atletismo no es subjetivo, es objetivo: tu resultado es un tiempo determinado en una carrera determinada. Corrió en pista cubierta en Madrid, y luego me llevaron a un club de Asturias. Probé allí, salí subcampeón autonómico y me ficharon. Eso me supuso unos ingresos que me ayudaron a seguir creciendo.
A partir de ahí me vine a vivir a Valencia, creía que era el mejor sitio para poder trabajar y entrenar aunque luego tuviese que irme con mi equipo a las competiciones y copas de clubes en las que contasen conmigo. Al mismo tiempo comenzó con el proyecto Fit España: yo ya trabajaba en Argentina como entrenador personal de deportistas, jugadores de fútbol, kárate, baloncesto… Pensé: «Si lo puedo hacer allí, lo puedo hacer aquí». La diferencia es que eres de fuera y la gente no te conoce, pero el deporte me llevó a contactar cada vez con más gente. Comencé en un gimnasio pequeñito, luego pasé a uno más grande. No paré ni un día, no pasé ni un día desempleado. Luego coordiné un gimnasio grande, comercial y metropolitano, parte de una cadena de gimnasios.
Me vino bien para aprender otras cosas, una rama que yo no conocía mucho, pero pude coordinar más gente y centrarme en el fitness y la salud. Yo siempre había querido ser entrenador de alto rendimiento, ayudar con las herramientas de alto nivel a la gente de a pie. Vas aprendiendo, autoformándote, te rodeas de gente muy buena en sus oficios y que te ayudan a mejorar. Así conocí a un médico muy reconocido, Carlos Simón y también a Juana Crespo y a Pepe Bellver, que fueron socios en el IVI de Valencia. Y ellos me propusieron hacer un proyecto de pérdida de peso, que se llevó a cabo con mucho éxito.

¿Le costó adaptar su método de entrenamiento a España? ¿Tuvo que modificar algo o se basó en lo realizado en Argentina?
Yo tenía 25 años y siempre fui entusiasta y autodidacta. Más allá de la formación de la universidad, ya desde muy pequeño me interesaba el alto rendimiento y leía más de lo que mis profesores -muchos de ellos mis entrenadores en atletismo- me decían, porque yo era un loco de querer aprender más, de siempre ir a la última. El dinero que tenía me lo gastaba en formación extra. Lo habitual entonces, lo ‘normal’, era ser profesor de colegio y, como mucho, trabajar en un gimnasio en las horas libres o dar clases de atletismo o baloncesto como ‘hobby’.
Cuando llegas a España te ves con un montón de facilidades: el idioma es igual, a los argentinos nos acogen súper bien… Como profesional nunca tuve problemas. Obviamente tienes que adaptar algunas cositas, pero yo estaba bastante formado y tuve un montón de herramientas para aplicar lo que sabía. Yo entrenaba en una pista de atletismo al aire libre, y es como entrenar en Asturias: ¡hacía mucho frío! Ahora, en cambio, trabajo en el Velódromo Luis Puig, que es una pista cubierta -se hizo el mundial allí- y donde tienes todas las condiciones: un gimnasio, instalaciones, todo el material… Todo va mejorando.

Sumar conocimientos a herramientas e instalaciones; así es más sencillo que los deportistas progresen.
Totalmente. A mí me abrió mucho la cabeza. También es verdad que la estructura de la Fundación Deportiva Municipal de Valencia me facilitó mucho este camino. Pusimos piedrita tras piedrita, generamos resultados y nos hicimos un hueco. También estoy de alta un club de atletismo, donde hace un tiempo teníamos atletas que despuntaron y nos ayudó a generar un ambiente de alto rendimiento.
El fútbol es el deporte más seguido, pero abrirse a disciplinas minoritarias (atletismo, vela…) le ayudó a aumentar su alcance y cartera de clientes.
Claro, siempre te aumenta la cantidad de clientes. Pero lo que me ayuda de verdad, más allá de la satisfacción personal, es que cada uno te ayuda con información para saber qué necesita y sus necesidades a mejorar. Casi sin querer, te formas en tener esa ‘cabeza flexible’ que te ayuda a adaptar el trabajo específico de cada atleta.
En el fútbol, salvo el portero -que tiene su propio entrenador-, todos los jugadores entrenan ‘igual’, más o menos. No hay un entrenador de centrales, ni de extremos, de mediapuntas ni de delanteros. En otro deporte, como el atletismo, es imposible que veas un saltador de altura entrenando como un lanzador de peso o saltador de longitud. Eso me ayudó a entender que en el fútbol se tiene que trabajar en equipo, pero que cada deportista tiene sus cualidades independientes y que la competencia en el equipo le exija.
Esa competencia, esos parámetros que aparecen en los GPS que llevan en los entrenamientos… Hay que analizarlos, adaptarlos al aprendizaje del futbolista, a sus tiempos y a la competición. No se puede aplicar un entrenamiento de velocista a un jugador de fútbol, porque ellos entrenan en campo y tienen sus tiempos de descanso. Debes aportar gotitas de trabajo que deben sumar y no restar: que no se noten fatigados en un entrenamiento y que noten que han trabajado bien y que cada semana van sumando. Todo tiene que ser muy progresivo y paulatino.

¿Hasta qué punto cada deportista tiene sus ritmos de progresión?
Empecé entrenando desde abajo a chavales jóvenes y todos me pedían cosas sencillas, pero por aquel entonces teníamos menos recursos y las mejoras no se veían tan rápido. A medida que subes de nivel y esa misma gente evoluciona, vas afianzando los aprendizajes y sigues construyendo, escalando ‘pisos’ de rendimiento. El rendimiento es una pirámide y yo comencé trabajando en su base. Muchos deportistas llevan ya diez años conmigo y han llegado y mantenido el alto nivel. Siempre les digo que mejorar el rendimiento es más fácil que conseguirlo en primer lugar. Un ejemplo: muestro algún método de trabajo y el deportista plantea dudas. «Vale, si hacemos esto en exceso vas a mejorar pero… ¿cuánto vas a durar así?» Les insisto en que es mejor jugar 30 o 35 jornadas a alto nivel y ofrecer un ‘8’ de rendimiento que forzar la máquina unas pocas jornadas para llegar a un ‘9’.
A nivel personal, debe ser muy satisfactorio ver casos como el de Carlos Romero, que ha pasado por la cantera del Villarreal, el Torre Levante y que ahora está en Primera División. Al final, ellos han pasado por sus manos.
Sí, totalmente. La satisfacción es profesional y personal, y luego el trato humano que tiene Carlos, como tiene un montón de jugadores, para mí es brutal porque los vas tratando de pequeños, primero vienen por una lesión, luego vienen por lesión y rendimiento, y les vas mejorando todo, y la mejora, tanto, muchas veces, como tú sabes, muchas veces en el fútbol, como en muchos deportes, no es justo todo lo que trabajas con el resultado que tienes, pero al final, tanto trabajo, y tanta consistencia, y ser tan directo en el rendimiento, te ayuda a mejorar, ¿no? No solo jugar al fútbol, hay chicos que con el balón son muy buenos, pero tienen que tener lo otro, y eso también trabaja mucho la mentalidad, que es un poco lo que también, esto creo que es la parte fundamental, tener la mentalidad de trabajar más que el resto, y tener la consistencia de poder trabajar más que el resto, te hace ser mejor. Primero lo haces fuera del campo, pero eso luego, dentro del campo, dices, a mí no me va a ganar nadie, si yo he hecho más que nadie.
Existe también un trato personal, aparte del aspecto profesional. Entiendo que debe suponerle un orgullo el hecho de que confíen en uste durante tantos años y se cree una relación de amistad.
Sí, sí, totalmente. De hecho, hay gente que por distancias, o porque al final, en todas las relaciones, digamos, al final yo soy su preparado físico externo, le ayudo. Soy su colaborador. Puede ser que hay en épocas que prefieren descansar mentalmente porque hay algunos jugadores que incluso la presión que tienen en el equipo les supera y necesitan parar un poco, pero luego volvemos a continuar, o vienen en pretemporada.
Todos son bienvenidos porque al final forman parte de una familia, de un entorno que nosotros queremos que sean como su segundo club, o el club de apoyo que les ayuda, o el sustento que les apoya para que cuando necesiten mejora de su rendimiento estemos ahí para echarles una mano. Claro, eso es lo importante.
Ya para acabar, ¿qué consejo le darías a un chico que está empezando en el mundo del fútbol?
En el terreno futbolístico les diría que se graben para aprender y mejorar y, sobre todo, que se analicen y sean objetivos. Aunque tengan peor nivel, tienen que jugar. Todo lo que sea crecer y mejorar es bueno. Luego, en el aspecto mental, tienen que saber que habrá momentos donde no jueguen. Y conforme aumenten de categoría, empezarán en el banquillo. A nivel físico les diría que vayan a un profesional que les asesore y se adecuen a sus capacidades económicas. Por encima de todo, que nunca dejen de estudiar ni de hacer deporte. El fútbol de alto nivel te exige mucha competitividad, pero no hay que dejar de lado la formación para tener muchas alternativas.