Este año merece mucho la pena ir a Buñol a ver la cantera del Levante. Sobre todo un equipo que está maravillando: el Juvenil B de Liga Nacional que sigue en codeándose por el título. A 3 puntos del líder, los de Jesús Bernal son la gran sensación de la categoría de plata y prometen dar mucha guerra. En este medio, ya descubrimos dos perfiles muy interesantes: Andrei Roates y Nacho Pérez. Ambos no solo están cumpliendo con creces en el Juv B, sino que también se han enrolado en la dinámica del primer juvenil donde están teniendo minutos. Y hay un tercer actor que entra en la ecuación de lleno: Luismi Pérez García (Novelda, 2008). Más que sangre en las venas, el alicantino tiene electricidad con muchos vatios. Afronta su primer año como juvenil y su tercera temporada como granota.
Llegó muy jovencito a Orriols: con apenas 13 años, Luismi dejaba su tierra natal y el Elche CF para dar un salto en su carrera. Su pasión por la pelota le viene desde muy pequeño porque empezó a jugar en el Novelda y no paraba quieto detrás de la pelota. Lo fichó el Kelme con apenas 4 años y poco a poco fue dando sus primeros pasos. Sin tener mucha constancia de ello, Luismi era de lo más destacado de su equipo. Tras 3 años en el Kelme, fue al Costa City (club de la ciudad de las palmeras) donde estuvo un año antes de regresar al Elche. Siempre su abuelo llevándolo y trayéndolo (creo que todos nos sentimos identificados y hemos vivido lo mismo). Cuando terminó su etapa infantil, el Levante llamó a su puerta y lo incorporó. Hay que decir que el primer año de cadete lo jugó en el Patacona.
Una especie en extinción
Luismi tiene alma pura de ’10’: juguetea, encara, tiene último pase, un cambio de ritmo despampanante y además rompe líneas. Es un enganche puro, aunque en Buñol está jugando más tirado hacia el costado izquierdo para acabar rompiendo por dentro. Su físico quizá no es lo que más resalte de él porque no tiene mucha planta, pero posee una vitalidad e impetuosidad que le hace estar totalmente conectado en la faena. En pocas décimas de segunda ya galopa y deja atrás a los rivales; tiene una velocidad estratosférica. Lo vi in situ contra el Valencia de Liga Nacional y no paraba de correr, presionar y achuchar al rival. Su tren inferior (los sibaritas sabrán lo que es) es descomunal: con dos cañonazos en cada pierna. El año pasado hizo 15 goles en 35 partidos siendo el segundo máximo anotador de su equipo justo por detrás de Andrei. A título personal, Luismi es un jugador que me fascina. No solo por su innegable calidad técnica, sino también por la capacidad de sacrificio y el afán por dejarse hasta el último halo de energía en el campo. Va a la guerra si es necesario sin lanza ni escudo. A pecho descubierto.
Desde la Federación, lo tenían ‘cazado’ y en abril fue convocado por primera vez con la Sub16 para disputar dos amistosos ante Portugal. Luismi es pura garra, coraje y entrega, pero también tiene fútbol a arrobas. Cuando coge la pelota, pasan cosas y precisamente de las que dejan al espectador boquiabierto. Puede jugar en cualquiera de los dos lados y Jesús Bernal, en el Juv B, lo está utilizando de manera alternativa. En División de Honor también ha dejado su huella: debutó el 1 de septiembre en el derbi autonómico y marcó su primer gol ante el Alboraya (3-1). Poca broma. Ya está en dinámica del cuadro de Álvaro del Moral que no está pasando por un buen momento en el campeonato liguero. Con 6 partidos jugados, el atacante apunta a ser un recurso muy útil para el Juvenil A en todo lo que queda de curso.
Tiene contrato por varias temporadas más y hay algún que otro club importante que le ha echado el ojo. Su cabeza bien amueblada y su completa dedicación por el fútbol está sacando el mejor rendimiento de un súper talento muy bien valorado en las entrañas del club granota. No hay que perderle de vista porque este chico va a ser de los buenos. Junto a Andrei, Unai Tirado y Nacho Pérez, Luismi es la última pieza que falta por encajar en el puzzle.