Parece que en la “mente popular” se asume que el deporte es bueno por sí mismo, entendiendo que, por ejemplo, apuntando al niño o la niña al fútbol, tenis, baloncesto, pádel… va a adquirir una serie de hábitos, valores, o lo que sea que le hará mejor persona.
Y es cierto que la actividad deportiva para los más jóvenes es un magnífico medio para que, por ejemplo, aprendan a superar dificultades, a sentirse útiles, a mejorar el concepto sobre sí mismos, a relacionarse con sus iguales, a enfrentarse a situaciones difíciles, a sentirse competentes y válidos… es decir, a ser mejor personas.
Pero esto sólo ocurre si es una actividad deportiva adecuada, si el deporte se hace bien; porque si no, puede ser incluso (bastante) perjudicial para la autoestima, el autoconcepto, diferentes aspectos psicológicos… De esta forma, la actividad deportiva es buena sólo si el deporte es de calidad, es decir, si los objetivos, contenidos, actividades… se ajustan a la edad y características de los y las deportistas.
En este sentido, las personas involucradas en el deporte de los y las más jóvenes tienen un papel fundamental para fomentar un deporte de calidad, de manera que:
- Los/as dirigentes plantean objetivos adecuados y eligen técnicos que saben trabajar con sus deportistas.
- Los padres y las madres “sólo” (ni más ni menos) son padres y madres, haciendo bien su trabajo.
- Los/as entrenadores/as y demás técnicos están formados y buscan lo mejor para sus deportistas, con buena formación y criterio.
- Los/as árbitros/as participan del deporte educativo y trabajan conjuntamente con dirigentes y entrenadores/as, y viceversa.
- Los/as espectadores disfrutan del juego de los más jóvenes, apoyando esa práctica deportiva de calidad.
- Todos/as generan conjuntamente un entorno de aprendizaje, apasionante y creativo.
Por tanto, un deporte de calidad hace que niños/as y jóvenes, entre otras cuestiones:
- Valoren el esfuerzo por lo que hacen.
- Se centran en lo realmente importante.
- Aprendan a superar adversidades.
- Vivan experiencias gratificantes.
- Acepten la victoria y derrota con naturalidad.
- Se conozcan mejor reforzando su personalidad y fortaleza mental.
- Busquen soluciones en lugar de centrarse en los problemas.
- Se ilusionen por proyectos que les motiven.
- Pasen momentos en familia apasionantes.
- Sienten que aprenden y son mejores día a día.
Es decir, en un deporte de calidad, todas las personas que intervienen en el proceso saben lo que hacen, están orientados a la persona y generan experiencias apasionantes adaptadas a las necesidades de cada deportista. Esto hace que, de verdad, los/as jóvenes deportistas se beneficien de la actividad deportiva.
¿Estamos preparados y dispuestos para fomentar, de verdad, ese deporte de calidad?
David Peris Delcampo
@dperisd
Presidente Federación Española de Psicología del Deporte • PresidenteAssociació de Psicología de l’Esport de la Comunitat Valenciana (APECVA) • Profesor de la Universitat de València • Entrenador N3 TDS de Fútbol y Futsal • Psicólogo Experto en Psicología del Deporte
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