El pasado fin de semana, la valenciana Marta Peiró anunció de manera pública que abandona la práctica del fútbol como jugadora de élite. Lo hizo con una edad –24 años– que para muchas futbolistas profesionales supone la entrada en su etapa de plenitud física y deportiva. Su notificación contó con el aplauso unánime del mundo del futfem en nuestro país, y también fuera de nuestras fronteras.
Debe ser angustioso sentir un dolor agudo durante meses y no ser capaz de localizar la fuente. Eso es exactamente lo que vivió Marta hace dos temporadas, precisamente mientras el Servette FC suizo en el que militaba batallaba sobre el césped para conquistar el título de liga. La lucha en el campo se unía a la lucha individual. Pese a los dolores y a las dificultades, la leona torrentina -hay un tatuaje en su brazo que se lo recuerda a diario- logró su objetivo y obtener el trofeo de campeonas.
Lo que llegó después es de sobra conocido: una apendicitis, una operación, unas pruebas médicas y un diagnóstico que al fin dio con la causa de tanta molestia. Endometriosis. Una enfermedad que, a pesar de afectar al 10% de las mujeres de la edad de Marta, apenas es conocida en el mundo del futfem de élite. Parece que, si no se habla de ello en voz alta, el ‘problema’ no existe. Pero sí existe. Y fue lo suficientemente grave como para que la valenciana echase el freno de mano, a principios de año.
Y así ha transcurrido su año 2022: entre un tratamiento doloroso, que ha golpeado el físico y la mente de la jugadora en la búsqueda de su recuperación, y un sueño tangible y real que era volver a calzarse las botas y competir al nivel que ella sabía que podía ofrecer a su equipo y a ella misma.
Imaginen que la vida les obliga a renunciar a su sueño. Al trabajo de su vida, al lugar en el que siempre se imaginaron o, como en este caso, al deporte que has practicado desde que comenzaste a caminar en tu casa de Torrent. He tenido la suerte de compartir experiencias con centenares de mujeres futbolistas y, en los últimos años, también con centenares de niñas enamoradas del fútbol. Pero a pocas conocí, como hizo Marta con 8 años, zafarse del traje de comunión lo antes posible para vestirse de corto y acabar la jornada dando patadas al balón. La pelota, el escudo del Valencia y la niña vivieron un día feliz.
De aquellos inicios a la decisión más dura ha pasado década y media. Tras pasar el trance más amargo, toca pensar en lo siguiente. Ella sabe que seguirá vinculada al fútbol, de una manera o de otra, como lo sabemos todos los demás. Mientras encuentra de nuevo la senda de la felicidad (la senda de la formación ya la ha recorrido), me atrevo a vaticinar todo el bien que podrá hacer como arrojando luz de forma pública sobre una enfermedad ‘oculta’, sin visibilidad, de la que apenas se habla en los medios por motivos que desconozco.
La valentía que siempre ha mostrado me lo corroboran: mientras hace camino en el mundo del fútbol (como entrenadora, asistente, ‘scout’, agente, preparadora física, periodista, directiva o lo que le llene más a nivel personal y profesional), ella puede ser la figura pública ideal que explique a las más jóvenes que no es ninguna deshonra sentir dolor; que hay que poner en valor la lucha diaria de quienes lo padecen; y que, con la educación y pedagogía adecuadas, toda la sociedad puede beneficiarse de una empatía y un conocimiento más profundo de la endometriosis, sus síntomas, sus inconvenientes y sus tratamientos.
Marta cuenta con el apoyo, cariño y respeto de sus amigos, de su familia y todo el futfem de nuestro país (algo que no es nada sencillo en los últimos tiempos). Con lo ‘clarito’ que siempre habla, no se me ocurre una voz más contrastada que la de ella para hacer muchísimo bien a la sociedad.
Los luchadores no dejan de serlo de la noche a la mañana, por difícil que sea la situación. A pesar de que la pelota haya dejado de rodar para la valenciana, sospecho que la lucha de Marta Peiró está lejos de haber acabado. Bravo por el valor que siempre has demostrado y toda la suerte en tu nueva etapa.