La expresión de la ira en la competición de fútbol base

La ira es un sentimiento de indignación, que reflejamos en forma de enfado o conducta agresiva. Todo parte de un hecho (o hechos) y una valoración. La percepción de injusticia, de persecución, la observación de maltrato o conducta agresiva, comportamientos inadecuados con respecto a la actividad o las circunstancias, el contacto imprevisto o ventajoso, etc., podrían tener una expresión directa e inmediata (insultar, agredir) o demorarse en el tiempo a la espera de circunstancias más favorables (venganza: acción violenta sólo explicable por acciones anteriores).

Por acabar esta breve introducción, debemos decir que la expresión de la ira puede ser:

  • Verbal: gritar, vocear, amenazar, insultar, reprochar…
  • Física: golpear, romper…
  • Externa: dirigida a personas (agresión física) u objetos (patada en la puerta del vestuario).
  • Interna: represión e inhabilitación de la respuesta visible.

En función de la expresión (forma, frecuencia, intensidad) y el control emocional que pretenda ejercerse, podrán aparecer todo tipo de problemas: deportivos, de salud, de relación interpersonal, laborales, económicos o judiciales.

¿Qué puede verse en algunos partidos de deporte base? Veamos algunos ejemplos:

  1. Un jugador realiza una fuerte entrada, derriba al contrario y a continuación le coge o insta o recrimina para que se levante, por pensar que está simulando y perdiendo tiempo.
  2. Un jugador tras recibir una entrada reprobable o dura que el árbitro ha sancionado con tarjeta amarilla, se encara y empuja al contrario, queriendo demostrar valentía.
  3. Un jugador manifiesta en el descanso: «Estoy hasta los cojones de ese puto gilipollas» en referencia al árbitro (expresión externa e indirecta porque es audible pero no se le dice directamente al implicado).
  4. Un jugador recrimina a un compañero de forma manifiesta y patente su baja implicación o la falta de una ayuda o un fallo posicional o de marca.
  5. El rearbitraje desde la grada con insultos asociados: “¡Es fuera de juego, burro!”.
  6. Un jugador, al final del partido, le niega la mano a un contrario.
  7. Parte de la grada se acerca a la salida del terreno de juego para recriminar e insultar al árbitro.

Tras tanta negatividad, abramos una puerta a la esperanza: estamos de suerte, porque este tipo de problemas en el ámbito individual tienen solución.

Ahora bien, no hay que confundir la posibilidad con el éxito. El procedimiento de cambio de una rueda no entraña dificultad, es comprensible, pero la ejecución requerirá dar respuesta a ciertos inconvenientes, cómo pudiera ser el agarrotamiento de las tuercas, etc. En ese mismo sentido, el tratamiento de la ira es fácil, pero las peculiaridades del sujeto harán que la superación del problema se resista y cueste.

Por ello, podemos decir, que la solución es fácil de trasmitir y difícil de implementar. La solución pasa por repensar y calmarse y, la clave está en ralentizar la respuesta para dar paso a un trabajo consciente y racional, es decir, se hace necesario bloquear la expresión inmediata y automática del individuo para dar paso a una respuesta más acorde con el momento y la actividad. Ese será el trabajo del profesional (psicólogo).

La violencia en el fútbol es el peor de sus problemas y siempre habrá que estar vigilantes. No es bueno justificar (“él es así y en el fondo es un buen chaval”, “es cómo su padre, impulsivo y nada se puede hacer, le viene de la genética”), ni tampoco dejar pasar la oportunidad de mejorar las habilidades personales.

Junto al de ganar jugando bien, disminuir la violencia en cualquiera de sus manifestaciones también es un buen objetivo para todos los clubes. No permitamos los atentados al “fair play” y la falta de respeto a los protagonistas del juego. No convirtamos el fútbol en un juego de primates.

Ximo Lluch
Psicólogo Club Colegio Salgui EDE

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