Diakhaby, racismo y una competición por encima de todo lo demás

La vida y el fútbol están llenas de oportunidades aprovechadas, desaprovechadas o aprovechadas a medias. Lo de ayer en el Ramón de Carranza fue de estas últimas.

Los hechos son ya de sobra conocidos: en el minuto 29, tras una acción de pugna dentro del área valencianista, Juan Cala le dice ‘algo’ a Mouctar Diakhaby. El futbolista francés reacciona airado, agitando los brazos, persiguiendo al defensor cadista y denunciando ante el árbitro un insulto («negro de mierda») de tintes claramente racistas. Fuera de sus casillas, Diakhaby tuvo que ser sujetado por algunos compañeros hasta que decidieron marcharse del campo. Todo el banquillo del Valencia hizo lo propio. Partido suspendido. Una imagen poderosa contra el racismo que podría haber supuesto un punto de inflexión, para bien, en la manera en que el fútbol español lleva años haciendo la vista gorda ante episodios como este que -por desgracia- contamos aquí en ESPORTBASE de manera (demasiado) habitual.

Lamentablemente, la fortaleza demostrada por el Valencia ayer quedó quebrada diez minutos después cuando, según el club, el árbitro les informó de que retirar al equipo les haría ser objeto de sanción deportiva y económica (artículo 142 del Código Disciplinario RFEF). Ante el aviso (algunos irían más lejos y lo llamarían amenaza), y tras recibir el OK del propio Diakhaby, el Valencia saltó de nuevo al césped para finalizar el partido. Como decíamos, una oportunidad de dar un golpe sobre la mesa y contra el racismo y que fue aprovechada… a medias.

Convendría no equivocar el enfoque que se le da a este episodio, y más en un medio formativo como el que encabezamos. Hay que poner la lupa sobre el agresor, y no sobre la víctima. Hay que arropar a Mouctar Diakhaby, empatizar con su dolor y conferirle la presunción de veracidad, y más observando su reacción airada tras lo sucedido. O su cara de absoluta desolación cuando vio el resto del partido desde la grada, sustituido por su entrenador ya que no estaba en condiciones de seguir jugando.

Del mismo modo, a falta de pruebas videográficas o sonoras, no podemos acusar directamente a Juan Cala de haber proferido un insulto racista (como sí hace el Valencia CF en su comunicado) porque estaríamos saltándonos la más básica y elemental presunción de inocencia. Pero que nadie se engañe: ‘algo’ hubo.

Como siempre, debemos traer al terreno de la formación lo ocurrido y reflexionar sobre el impacto que puede tener sobre los deportistas y futbolistas más jóvenes. Y las conclusiones son tristes y, podemos decirlo ya a estas alturas, francamente peligrosas. Los jugadores del Valencia, que arroparon en primera instancia a su compañero agredido, tuvieron que volver a césped a regañadientes bajo amenaza de sanción por parte de una competición, unos árbitros y unos organismos deportivos que parecen priorizar el correcto desarrollo de unos partidos, unos calendarios y unos horarios de juego sobre el hecho deleznable de que se llame «negro de mierda» (presuntamente) a uno de sus deportistas.

Y eso sí que no se puede tolerar.

Más de un aficionado del Valencia se pregunta si, con otra directiva que sí estuviese metida en los pasillos federativos, en la moqueta de LaLiga y que sí tuviese un conocimiento intrínseco del mundo futbolístico en España, el equipo hubiese saltado de nuevo al césped. Probablemente no. Probablemente hubiese aguantado las presiones y mantenido firme en su decisión, pero no es tan relevante. Es una pregunta válida, pero secundaria.

Porque, de nuevo, se quita el foco de encima del presunto agresor (Juan Cala, que horas después del incidente no se ha pronunciado y cuyo silencio es más revelador que cualquier nota de prensa), del club en el que milita (un Cádiz que sacó un comunicado defendiendo a su futbolista), del entrenador a cuyas órdenes está («Cala dice que no ha insultado y yo me lo creo», dijo Álvaro Cervera) y de una competición que anuncia con pompa y boato sus preceptos contrarios al racismo pero cuya normativa y reglamentación, hoy por hoy, castigan más a la víctima que al agresor.

LaLiga tiene un ‘papelón’ de los gordos porque lo ocurrido en el Carranza lo vio todo el mundo. Niños y jóvenes incluidos. Es la primera vez que un equipo se planta y se marcha tras insultos racistas a uno de sus futbolistas. Aunque sin hacerlo hasta sus últimas consecuencias (oportunidad aprovechada a medias), la plantilla del Valencia ha abierto por fin una grieta en el muro. Por fin.

Ahora llega el momento de que las instituciones revisen los hechos, averigüen todos los detalles de lo ocurrido y se haga justicia. Por higiene deportiva, por necesidad social en un país cada vez más polarizado y por el ejemplo y referencia que puede suponer a nivel formativo para los más pequeños. Si se hace la vista gorda en LaLiga, la sensación de impunidad ante estas actitudes se filtrará hacia las categorías más modestas y hacia el fútbol base, dando que los chavales tienen tendencia a imitar lo que ven por la televisión. El racismo en el deporte no tiene cabida. Y Mouctar Diakhaby merece respeto.

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Fundador y director de ESPORTBASE Media desde 2015. Periodista, educador y deportista. Tras una década con los 'mayores', descubrí lo satisfactorio que es inculcar valores deportivos y personales a los niños. Mi padre fue mi héroe.

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