Hay veces, pocas, en las que el periodista escribe una noticia con los pelos de punta por lo truculento de aquello de lo que toca informar. Algo que sucedió a quien esto escribe el pasado sábado por la mañana, cuando tocó recopilar datos y detalles sobre el fallecimiento de Cristian Herráiz, un chaval de 15 años de El Pontón (Requena) que falleció el pasado jueves a mediodía tras sufrir un aparatoso accidente mientras jugaba una pachanga con sus amigos. El típico partidillo con los amigos un miércoles por la tarde.
La fatalidad se cruzó en el camino de Cristian mientras hacía algo que también hemos hecho todos alguna vez: rescatar una pelota perdida de lo alto de un tejado, o de detrás de un muro, o en una propiedad privada. Quien lea esto y niegue con la cabeza miente: absolutamente todos hemos escalado, o trepado, o encaramado, o colado por cualquier rendija en cualquier verja o muro para recuperar esa pelota que tanto disfrute nos otorgaba a nosotros y a nuestros amigos. Es lo que hacen los niños y los adolescentes. Es la inconsciencia propia de la juventud.
El accidente que acabó con la vida de Cristian fue mala suerte. Nadie puede decir lo contrario ni responsabilizar a nadie más. Y aún así… Aún así hay amigos, compañeros y vecinos de la localidad que exigen una llamada de atención a las instituciones. Entre ese grupo de personas están las familias del resto de jóvenes que jugaban en aquel pequeño campo de fútbol sala que está tapiado por todas sus zonas mediante un muro de cerca de dos metros, que acaba ‘obligando’ a los chavales a saltar para rescatar el balón cada vez que este sale despedido.
O, en el caso del pasado miércoles, a tratar de recuperar el esférico encalado en un terrado a casi tres metros de altura. Cristian trepó por el aparato de aire acondicionado de la fachada, perdió pie y cayó al suelo, golpeándose la cabeza y provocándose la lesión que le causaría la muerte al día siguiente. Una tragedia con todas las letras que las familias, a ser posible, desearían poder prevenir en el futuro.
ESPORTBASE se ha caracterizado desde el principio de su andadura, hace ya cinco años, por dos principios fundamentales: el primero, el de no exigir a las instituciones políticas o deportivas absolutamente nada, ya que somos conscientes de que el deporte base posee una importancia secundaria a nivel de inversión al lado -entre otras- de la salud o la educación; el segundo, que nada nos impide recordar a dichas instituciones el enorme papel que el deporte juega en el desarrollo de las personas jóvenes y de los adolescentes, cuya formación en las escuelas o recintos de deporte base les mejora su formación deportiva, física y mental, además de educarles en valores. Y que semejante tarea merece de unas inversiones acordes para que se realicen en las mejores condiciones.
Lo sucedido, semejante ‘palo’ al SC Requena y a la gente del municipio, podría ser una buena oportunidad para revisar las instalaciones en las que sucedió el accidente y acondicionarlas mediante redes que eviten los balones sueltos, puertas de acceso que eviten que los niños tengan que trepar… En definitiva, mejorar ese campo de fútbol sala para que no vuelva a ocurrir una desgracia como la del pasado miércoles. Y este mensaje no se circunscribe a las autoridades de la zona; todos aquellos ayuntamientos con instalaciones deportivas mejorables en cuanto a seguridad deberían tomarse en serio el bienestar de los menores para evitar futuros sucesos de este tipo.
Repetimos: no responsabilizamos a nadie, pero tomemos nota entre todos para mejorar.
Ahora solo queda levantarse del mazazo y tratar, poco a poco, de que los familiares y amigos de Cristian puedan superar un trauma de los que te marcan toda la vida. Nos contaban desde Requena que el joven era un gran aficionado del FC Barcelona y que su sueño siempre había sido ir en persona al Camp Nou. Por circunstancias, sus padres nunca pudieron cumplir su deseo.
Sería un detalle de enorme calidad humana que algún emisario del club culé conociese la historia de Cristian y actuase en consecuencia, igual que en su momento el Atlético de Madrid estuvo a la altura con su apoyo y homenajes a Nacho Barberá, gran aficionado colchonero y jugador del UD Alzira que también falleció a los 15 años. Son tragedias tan duras que merecen aunque sea unos minutos de atención de un gigante del fútbol como la entidad culé. Ojalá alguien pueda hacerlo posible.