En la presente edición, ESPORTBASE Think Tank tira de memoria y recuerda cómo era el fútbol base antes… y cómo es ahora, haciendo hincapié en la necesidad de seguir las reglas de vestimenta y de higiene. Recordad que podéis enviar vuestras reflexiones para que sean publicadas a través de múltiples canales. En esta ocasión, el artículo es obra de Luis Requeni, lector habitual del periódico.
AL FINAL DE TODO… ¿Y LA DUCHA?
Hace 30 años, cualquiera de nuestros padres hubiera pagado gustosamente lo que se paga hoy en cualquier escuela de fútbol base.
En aquel entonces, el equipo (aún no era ni siquiera club) de mi colegio, Escuela de Fútbol San José, no era ni de lejos la estructura deportiva que es hoy en día, ni tenia los medios humanos y materiales que tiene en la actualidad.
Lo único que teníamos en común era, sin duda, el amor y la ilusión por un deporte colectivo, donde la suma de muchos, hacia un “todo”. Recuerdo que, hasta que un grupo de padres decidió formar lo más parecido a un club de fútbol, lo único que teníamos todos para ir iguales eran las equipaciones de jugar los partidos. Fue un hito que se decidiese abastecer de chándales para que todos pudiéramos ir iguales a las concentraciones previas de los partidos. Para entrenar todo valía: camisetas de propaganda, pantalones y medias al azar… Algún atrevido venía con alguna camiseta de algún equipo de Primera División o de cualquier equipo del mundo… ¡Eso sí que era ‘top’!
Pese a la ausencia de medios materiales, eso no te restaba motivación para salir a darlo todo y a ganar. Y, efectivamente, un año logramos ganar una liga y conseguimos un ascenso que disfrutarían las generaciones venideras.
En la actualidad, hasta el club más modesto cuenta con ropa de entrenamiento, ropa para las concentraciones de verano y de invierno, dos y en algunas ocasiones hasta tres equipaciones para jugar… ¡Incluso las mismas mochilas son oficiales! Da gusto ver desfilar nanos vestidos todos iguales, disciplinados, concentrados…
Por eso muchas veces, demasiadas, veo con asombro y desilusión como algunos padres (porque pongo en el fuego la mano a favor de las normas internas de casi cualquier club) se cargan esta premisa.
Niños que llegan a los partidos ya vestidos, o a medio vestir; niños (padres, más bien) que se olvidan sistemáticamente una prenda que obliga a los que si cumplen, a utilizar otra no concebida para ese cometido; uso de equipaciones diferentes, etc.
Pero lo peor llega al final de todo. El momento más desilusionante, el que tiene que ver con lo deportivo pero también con la educación y con otros valores, es ver desfilar a niños que se van a casa sin la reparadora e higiénica ducha después de una competición. Vuelvo a remitirme a los padres -porque las normas están claras- que bien por desgana, desidia o cualquier otra descabellada motivación, no “consiguen” que sus pupilos se duchen o les da totalmente lo mismo.
Una ducha, aparte de lo evidente, hace equipo, es un momento que cualquiera que haya jugado a deportes de equipo sabe que es muy importante para la convivencia en el vestuario. Además, cuando ya empiezan a hacerlo solos, les ayuda a cuidarse y ser responsables.
La higiene es una norma básica de convivencia y no nos olvidemos que esos niños se hacen mayores a los pocos años, y ahí viene el verdadero problema. Por suerte, en el club donde juega mi hijo, entrenadores y padres velamos por el cumplimiento de esta norma.
Da igual que sea un entrenamiento, un partido oficial o un amistoso: hay que inculcar este valor que acompaña al deporte a los niños desde pequeños. Parece una tontería, pero seguro que serán mejores el día de mañana.
Texto: Luis Requeni