La Real Academia de la Lengua Española define la palabra ‘halago’ como ‘dar a alguien muestras de afecto o rendimiento con palabras o acciones que puedan serle gratas‘ y ‘adular o decir a alguien interesadamente cosas que agraden”.
Hay un dicho que aparece en ocasiones en el deporte (también de base) que dice que “el halago debilita”. Y claro, si se tiene esto en cuenta tal cual, para no “debilitar” a jóvenes deportistas, parece necesario (?) “desagradar” y exigir al máximo, diciéndole aquello que hacen mal para así convertirlos en deportistas ¿fuertes? que nunca se conforman y que se ¿endurecen? a base de “palos”. Porque sólo así se convertirá un “gran campeón”. ¿Verdad?
Por un momento, pongámonos en la piel de ese o esa joven deportista que empieza a practicar deporte porque le gusta, porque va con sus amigos y se lo pasa bien, porque tiene la ilusión de imitar a sus ídolos. Y resulta que lo hace bien. Y empieza a despuntar y a competir a cierto nivel. ¿Qué efecto tendrá sobre él o ella que sus entrenadores y familiares le muestren, de diferentes formas y constantemente, aquello que no hace bien y nunca se le recuerde sus avances, ni sus logros?
Y en el caso contrario… ¿Qué pasaría si constantemente se le dice lo bueno o buena que es, que lo hace todo bien y que es un crack? ¿Qué efecto tendrá este segundo ejemplo sobre su desarrollo personal y deportivo?
Desde la psicología se entiende que el concepto refuerzo (positivo) se refiere a ese estímulo que favorece la reiteración de la conducta a partir de la concesión de un premio o de algún tipo de gratificación. Es decir, la persona que recibe un refuerzo positivo en relación a una conducta concreta, hará que esa conducta se produzca muchas más veces. De esta forma, por ejemplo, un joven deportista a quien se le dice “bien” cada vez que pasa un balón con ventaja hacia el compañero en función del criterio táctico del equipo, se está aplicado el refuerzo positivo para que este jugador realice con más frecuencia ese tipo de pases en el futuro; y el equipo, gracias a esas acciones colectivas, jugará mejor de manera combinativa.
O también cuando se introduce un sistema de refuerzos (por ejemplo ensalzando públicamente un determinado tipo de actos) de comportamientos relacionados con valores en un club de manera estructurada y coherente; se conseguirá así que ese tipo de acciones se repitan cada vez más y así se desarrollen los valores elegidos por esa entidad deportiva.
Entonces, la gran pregunta: ¿el halago debilita o fortalece? Afortunadamente, desde la psicología aplicada se da respuesta a esta cuestión.
Para que el halago funcione, es necesario aplicar los preceptos del refuerzo positivo. Es decir, si queremos que realmente sea potente y promueva la reiteración de conductas adecuadas (evitando por ejemplo el acomodamiento), deberá cumplir, al menos, las siguientes condiciones:
- Estar bien definida la conducta que queremos reforzar (por ejemplo, aquellas relacionadas con el esfuerzo, una acción táctica o técnica concreta u otra donde colabora para que el equipo funcione).
- Elegir un tipo de refuerzo que sea poderoso para quien lo recibe: en este sentido, es muy potente el reconocimiento social (por ejemplo “bien hecho” delante de los otros, reconocer públicamente una conducta concreta o ser capitán el próximo partido…), también dar un premio material (algún regalo…), o bien ganar la posibilidad de realizar una actividad determinada (descanso de entrenamientos, un juego, poder lanzar faltas o penaltis al final del entreno…).
- Escoger los momentos para aplicar el refuerzo: en general, cuanto más inmediato sea el refuerzo, mejor; aunque es posible retrasarlo siempre y cuando se le explique qué ha hecho antes para motivar el refuerzo.
- Aplicarlo de manera consistente, sin “pasarse”: es decir, reforzar siempre que se pueda, pero sin resultar “pesado” o pedante.
- Asegurarse de que quien recibe el refuerzo entienda a qué conducta se refiere y preste la suficiente atención tanto a la conducta como al propio refuerzo; es decir, fomentar la percepción de control, de que el o la deportista sabe qué se premia, de forma clara y concreta.
Así por ejemplo será mucho más adecuado decir “Juan, me gusta ese pase que has dado superando la línea de presión del rival”, que “Juan, eres el mejor”; o decir “Andrea, has comunicado bien a tu compañera para que llegara a tiempo a la marca”, que “Eso es”. Y desde luego mucho mejor estos tipo de mensajes que otros como “No me falles eso”, o “¿Quieres hacerme caso de una vez?”.
De esta forma, será cierto aquello de que “el halago debilita” cuando se le dice a un o una deportista lo bueno que es, que gracias a él o ella su equipo gana (de forma global, sin especificar acciones concretas que le “marcan el camino” para “hacer lo que dependen de él o ella” y mejorar cada día). Porque, cuando se halaga en desmesura y de manera inespecífica, el o la deportista deja de hacer lo máximo de sus posibilidades y, por ejemplo, se conforma pronto, sin “pagar el precio” que supone el rendir al máximo nivel.
Por su parte, cuando técnicos y familiares sólo se centran en lo que hace “mal” porque piensan que así será más fuerte y mejorará, suponiendo bajo esta idea que lo que lo hace bien, como ya lo domina, no hace falta recordárselo, genera en el o la deportista emociones desagradables, sensación de fracaso y, en muchos casos abandono del deporte por situaciones por las que se da, por ejemplo, el burn-out.
En cambio, si desde todos los responsables del deporte de base generamos un entorno de aprendizaje con experiencias estimulantes, donde se defina lo que se espera de los y las jóvenes deportistas, corrigiéndoles adecuadamente y sobre todo se les premie por sus éxitos a través de un adecuado refuerzo positivo, la satisfacción y la evolución será óptima.
¿El halago debilita? Sí, cuando se “premia” sin criterio.
¿El halago debilita? No, cuando se aplica como un buen refuerzo positivo. En este caso el halago fortalece, y mucho.
Como todo en la vida, cuando hacemos algo, si es con buen criterio, funciona. Y tenemos la suerte de tener a nuestro abasto una ciencia muy aplicada, que es la Psicología, que nos resuelve de manera práctica como hacerlo bien para fomentar ese entorno de aprendizaje que genere personas-deportistas fuertes en el deporte y en la vida.
David Peris Delcampo
@dperisd
Psicólogo Experto en Psicología del Deporte
Entrenador Nacional (Técnico Deportivo Superior) de Fútbol y de Fútbol Sala
Presidente de la Associació de Psicologia de l’Esport de la Comunitat Valenciana (APECVA)
Vicepresidente de la Federación Española de Psicología del Deporte.