No hay que mirar a Argentina: hay que mirar a nuestro alrededor

Foto: EFE / Raúl Martínez

Andan los medios de comunicación indignados, escandalizados y airados porque Buenos Aires, concretamente los alrededores del estadio Monumental de River Plate, se convirtieron en un campo de batalla en los prolegómenos de la final de la Copa Libertadores. Una lluvia de pedradas al autobús de Boca Juniors, un conductor noqueado, granadas de humo, jugadores visitantes en ‘shock’ y atendidos por los servicios de emergencia, futbolistas con úlceras y lesiones en los ojos… Un desastre mayúsculo.

Los medios, la prensa, la opinión pública española en general, alzaba la voz este fin de semana a través de las redes sociales, calificando de «barbaridad», «escándalo» o «vergüenza» los hechos ocurridos en Argentina y los incidentes protagonizados por hinchas (algunos, demasiados) de River Plate. Las imágenes dantescas de aficionados corriendo en el interior del estadio mientras rateros y ladrones trataban de atracarles a punta de navaja para apoderarse de sus entradas son todavía más graves. Mucha gente todavía no da crédito a lo sucedido.

Nosotros sí.

Porque aquí, en España, en la Comunitat Valenciana, estamos más cerca de esas situaciones de lo que a mucha gente le gustaría admitir.

Mientras el bus de Boca era apedreado en Buenos Aires y la CONMEBOL hacía un ridículo mundial al intentar que el partido se jugase con futbolistas todavía en la enfermería, en Murcia teníamos una bochornosa pelea entre padres durante un partido de infantiles. Mientras las cámaras bonaerenses mostraban imágenes de aficionados corriendo por los pasillos del Monumental, en Massamagrell hubo insultos, amenazas y agresiones. Mientras en Argentina se hacían cruces con lo ocurrido y se criticaba la violencia en el fútbol del país, en San Marcelino un árbitro hacía llorar a un niño y el padre le respondía con la amenaza de partirle la cara.

No hay que mirar a Argentina: hay que mirar a nuestro alrededor.

Como medio de comunicación, estamos obligados a ofrecer todas las versiones de cualquier historia. En los sucesos de este fin de semana, el Torrefiel y su director deportivo dan una explicación y el Júpiter de Massamagrell, otra. El árbitro de un partido de Prebenjamines (al que se le presupone la presunción de veracidad; sería gravísimo que hubiese mentido o se hubiese inventado hechos en el acta, y de ser así, el Comité de Árbitros FFCV debería tomar cartas en el asunto) da una versión de unos acontecimientos, mientras que el CDA San Marcelino ofrece otra. Lo entendemos y lo respetamos.

No se trata de dirimir quién tiene la razón o quién tiene la culpa. Se trata de tomar medidas contundentes para que no suceda de nuevo. Aquí, en nuestra casa. No en la otra punta del mundo.

‘Lo de Argentina’ no queda tan lejos. Es la consecuencia de años y años de impunidad, de unas autoridades incapaces de atajar de raíz el problema. Un problema cada vez más incipiente en España y en la Comunitat. NADIE escapa a la responsabilidad. TODOS tenemos un labor importante por delante. Clubes, padres, jugadores, entrenadores, delegados, comités de árbitros, los propios árbitros, periodistas, ayuntamientos, diputaciones, la propia Generalitat, los medios de comunicación, los periodistas y los aficionados.

Lo que vimos por televisión el pasado sábado no es ciencia ficción. Ni mostró una sociedad radicalmente distinta a la española. Fue un espejo a nuestro futuro, siempre y cuando no pongamos las herramientas adecuadas para detener esta deriva hacia lo salvaje.

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Un comentario en “No hay que mirar a Argentina: hay que mirar a nuestro alrededor

  1. Es que aquí nos gusta hacer lo que nos dá la gana. Y se empieza por permitir que en las gradas de instaciones donde hay y juegan niños se fume sin parar. Y eso está prohibido pero dá igual. En las únicas instalaciones que he visto un cartel de prohibido fumar son las del San José. ( Un aplauso para ellos) ¿ pero alguien respeta ese cartel? No. Pues así va todo. La falta de respeto por las normas y las personas que nos rodean es nulo.
    Demos a nuestros hijos los valores que se merecen.
    Acabemos con las faltas de respeto y agresiones fisicas o verbales. Vive el futbol a tu manera pero siempre con respeto.

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