Es un tema polémico, es una tema controvertido y nadie tiene la razón absoluta en este asunto.
Una vez el asterisco ya está puesto sobre esta opinión, ahí va: la decisión de Luis Rubiales respecto a la destitución de Julen Lopetegui sienta un precedente esperanzador.
Rogaría un minuto para explicarme antes de que los aficionados al Real Madrid saquen horcas y antorchas para quemarme en una pira. Un minuto para recordar que esta no es una perspectiva partidista ni asociada a ningún club; es más, la opinión sería exactamente la misma si el equipo involucrado hubiese sido Barcelona, Valencia, Levante, Villarreal, Sevilla o Torremolinos.
Aquí hablamos, cultivamos, informamos sobre y promovemos el fútbol base. Una disciplina que, como escalón previo al fútbol profesional, debe contar con unos valores arraigados y un fuerte componente moral y ético. Predicar con el ejemplo. No se le puede pedir a un niño o niña que se esfuerce en los entrenamientos y en su día a día si tu no haces lo mismo. No se le puede exigir a los jugadores en formación respeto por el deporte y educación hacia el rival si tu no haces lo mismo.
Y, desde luego, no se le puede pedir a los más pequeños identificación con unos colores, profesionalidad, sentimiento de grupo y ayudar al compañero si desde la Selección Española absoluta, ‘el equipo de todos’, no se promueve lo mismo.
La decisión de Lopetegui de querer mejorar en quizá el club más grande del mundo es lícita y respetable. La maniobra del Real Madrid para asegurarse al que creen técnico más capacitado es lícita y respetable. No hablamos de eso aquí. Hablamos de que, en una situación límite, a 72 horas del primer partido del equipo, en la que el presidente de la RFEF se ve colocado entre la espada y la pared, toma la única decisión posible: destituir a un entrenador con grandes resultados debido a la pérdida de confianza.
«Ganar es muy importante, tener a los mejores es muy importante… pero lo más importante es cómo se hacen las cosas» – Luis Rubiales (13 de junio de 2018)
Ese es el mensaje y la lectura que debe extraerse. La de las sensaciones y la confianza por encima del resultado. La de la forma de hacer las cosas por encima de ganar. Algo que se predica desde pequeños en la formación deportiva: «Lo importante no es ganar», «lo importante es esforzarse y darlo todo», «unas veces se gana y otras se aprende»… Todo frases habituales en el fútbol base para mostrar a los pequeños que sí, que ganar está bien, pero que lo fundamental es el camino hasta lograrlo. El compromiso demostrado con la tarea. Y que, si no se consigue, no pasa absolutamente nada.
- ¿Qué mensaje se manda si, tras lo ocurrido el martes, la Federación no toma medidas y acepta que un entrenador dirija al equipo en todo un Mundial, cima del balompié universal para cualquier selección, con la cabeza -o parte de ella- en los fichajes o planificación deportiva del verano en otro club?
- ¿Qué mensaje se manda si, por ser el Real Madrid, se hace una excepción?
- ¿Qué mensaje manda el entrenador que firma por un club con contrato en vigor cuando, días atrás, le había ordenado a sus propios futbolistas que no hablasen sobre temas de sus clubes ante la prensa y que se centrasen en la Selección?
- ¿Qué mensaje manda Lopetegui tras deshacer un contrato firmado de su puño y letra tres semanas atrás para irse en busca de prados más verdes?
La respuesta es evidente: mensajes peligrosos y poco edificantes para chavales que ven a la Selección como ese espejo en el que mirarse, el sueño de todo niño que algún día querría representar sobre el césped a su país.
Los ejemplos se dan de arriba a abajo, no a la inversa, y no hay institución deportiva más representativa de la colectividad española que la Selección. Un cargo, el de seleccionador, que exigió, exige y exigirá máximo compromiso. Se ha marcado una raya en la arena: si lo ocurrido entre Lopetegui y el Madrid no es admisible en la Selección, tampoco lo es en un club de Primera, de Segunda, de Segunda B, de Regional o en cualquier escuela de fútbol base. ¿Que España no gana el Mundial? Bueno, con Lopetegui en el banquillo tampoco había garantía de hacerlo. Los principios y los valores deben estar por encima de ganar.
Por eso la decisión de Rubiales no ha sido la más fácil ni la más popular, pero sí ha sido la correcta. Esa es la otra lectura que se extrae: nunca tomar el camino fácil, sino el que te parezca correcto. Aunque te acusen de haber tenido un ‘calentón’.