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8 frases de Julián Caro, el entrenador de Infantiles que dimitió por la presión de los padres

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Foto: Jose Vicente Arnelas (Diario Hoy)

La reiteración con la que se habla, escribe y analiza el rol nocivo de algunos padres en el fútbol base se debe, entre otros motivos, a casos como el de Julián Caro, un veterano técnico de equipos de formación que el pasado 16 de marzo fue protagonista en la prensa extremeña por un motivo inusual: dimitió de su cargo como entrenador del Flecha Negra Infantil ‘A’ (un club con mucho recorrido en el fútbol base de la región) debido a las presiones sufridas por parte de algunos padres de sus jugadores.

Un caso para nada aislado (ocurre prácticamente a diario en muchos clubes a nivel nacional), pero que el protagonista (conocido como Juli Caro en el mundillo) decidió cortar de raíz tras considerar que la directiva de la entidad no lo había defendido suficientemente después de sufrir los insultos que le profirió el padre de uno de sus jugadores delante del resto de la plantilla. Dicho sujeto no sólo era padre de uno de sus jugadores, sino también entrenador de otro equipo de la escuela del Flecha Negra. Tras ver que la directiva del club no expulsó al susodicho y que el castigo se quedó en un mes de sanción, Caro decidió hacer las maletas y dejar la entidad.

El técnico concedió una entrevista al diario Hoy hace unos días (en dos partes que recomendamos leer íntegramente) en la que repasó su extensa trayectoria en el fútbol regional (con más de veinte años de experiencia) y en la que dejó frases y reflexiones de lo más interesantes. Destacamos algunas de ellas:

1) El problema es de educación y de valores, no porque uno espere que su hijo sea el nuevo Messi, aunque también influye. Ocurre que la educación y los valores tiene que traerlos uno, tanto el padre como el chico, aprendidos de casa.

2) A veces los clubes, incluso los de base, transigen con un futbolista problemático porque es muy bueno. Ese mensaje es negativo.

3) Yo he visto muchas veces a niños que vienen a entrenar por la insistencia de sus padres. Es tristísimo por el niño y por el padre. Por el niño porque si entrena porque su padre se lo manda, el fútbol lo concibe como una obligación y no como un juego precioso. Es, además, una víctima de la obsesión de su padre. Y por el padre porque si cree que obligando al niño va a aprender a jugar como Messi el resultado será desastroso.

4) Es preocupante que los mensajes que escuchamos desde las gradas no son voces de ánimo, de apoyo cuando lo haces mal, de entusiasmo cuando lo haces bien. Lo que se oye más son críticas, descalificaciones, gestos de menosprecio… Un clima muy desagradable.

5) Los clubes tienen miedo a dar el paso, a dar un puñetazo en la mesa y hacer prevalecer sus códigos. A mí me parece que hacerlo sería bueno incluso deportivamente hablando, porque es la manera de llamar la atención a la sociedad y de demostrar que eres un club serio. Creo que las familias sensatas, que son la inmensa mayoría, querrían tener a sus hijos en ese club, porque les genera confianza.

6) El otro día me contaron un caso que me conmovió: un padre se había pasado el partido insultando al árbitro, y al final del partido el chaval, que tenía solo 10 años, fue al árbitro a pedirle disculpas por el comportamiento de su padre. A ese niño habría que sacarlo a hombros y al padre habría que sacarlo del campo.

7) Los niños sueñan con ser Messi y yo trato de que no despeguen los pies del suelo. En mi primera charla de la temporada les digo: «Somos 18 jugadores y Messi solo hay uno en el mundo. Y tengo la mala suerte de que si pregunto a vuestros padres, cada uno me dirá que su hijo llegará a ser Messi. Así que tengo 18 expectativas de Messi. ¿Os dais cuenta lo imposible que es?».

8) Mucha gente me ha comprendido. He recibido apoyos de muchos clubes de la provincia. Y de muchísimos entrenadores, tanto jóvenes como veteranos. Y de gente desconocida y otros conocidos con los que había perdido el contacto desde hace mucho tiempo. Ha sido enorme el apoyo. Ha sido tanto y de tan variada procedencia que he sacado la conclusión de que este problema lo podríamos resolver si nos juntamos y lo ponemos encima de la mesa. Solo falta la voluntad. Porque fuerza hay.

 

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