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¿Y quién ayuda al que ayuda a todos? Reflexión de un entrenador de fútbol base

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Foto: Paco Polit

Cada fin de semana, miles de niños acuden a las instalaciones deportivas que hay repartidas por todo el país con el objetivo de disfrutar de su gran pasión, el fútbol. Para todos ellos, este es el día más esperado de la semana, el momento en el pueden divertiste con sus compañeros practicando su deporte favorito.

Entre todas las instituciones y personalidades que están al servicio de los jóvenes deportistas (Federación, clubes, familiares…), cabe destacar la figura del entrenador, pues es el gran valedor de la formación de los verdaderos protagonistas, los futbolistas. En fútbol base el míster siempre ha sido una persona apasionada con este deporte, una figura vocacional que disfruta viendo crecer deportiva y personalmente a sus jugadores a los cuales quiere y cuida como si de hijos suyos se tratasen.

Tanto es así que, debido al interés que esta práctica despierta en ellos y con el objetivo de ser lo más profesionales posible, muchos de estos entrenadores invierten grandes cantidades de su tiempo y dinero en tener una amplia formación académica: carreras y másters universitarios relacionados con la educación y el entrenamiento, cursos de técnico deportivo y monitor, seminarios de actualización y formación continua, etc.

A todo esto hay que tener en cuenta que el fútbol es su afición, no su profesión, pues la gran mayoría trabaja de forma voluntaria o con retribuciones mínimas que apenas llegan para cubrir los gastos de desplazamiento. Lo hacen debido a la gran vocación que tienen hacia la docencia y a su pasión por el deporte.

En resumen, entiendo la figura del entrenador deportivo como un servidor que dedica su vida a los demás, un guía que intenta ayudar a los niños para que estos puedan cumplir su sueño de aprender a jugar a fútbol mientras crecen como personas en un ámbito saludable y se socializan bajo una formación integral alejada de otros contextos desfavorables, con la enorme responsabilidad que esto conlleva para sus formadores. Por consiguiente, el entrenador también debe hacer frente a todos los posibles problemas que surjan en torno al futbolista como individuo y al equipo como colectivo: control de estrés en momentos con bajo rendimiento deportivo, problemas personales y/o familiares, gestión emocional en diferentes situaciones y contextos, etc.

Por todo esto, entiendo que el entrenador debería ser una figura respetada y apoyada por todos. Una persona a la que convendría ofrecerle todas las facilidades posibles para que pueda desempeñar lo más eficazmente su labor.

Pues bien, nada más lejos de la realidad. Basta con pasearte cualquier día por algún recinto deportivo para darte cuenta que todavía hay mucha gente que ven la figura del entrenador como el culpable de todos los males. En las gradas o en los corros postpartido es habitual escuchar conversaciones sobre los entrenadores a los cuales se les atribuye la culpa de absolutamente todo lo negativo, por ínfimo que sea el problema. Da igual como vayan las cosas: si surge un problema, por muy insignificante que sea, su magnitud se multiplicará hasta el infinito y el culpable y único responsable será el entrenador, demonizándole de manera habitual.

En cambio, en es esas mismas conversaciones resulta prácticamente misión imposible escuchar que se destaque la figura del entrenador o se agradezca su labor, incluso en situaciones deportivas favorables. También resulta muy poco probable escuchar que alguien se preocupa, se interesa o presta su ayuda al míster en aquello que pueda necesitar.

Aunque en ocasiones no lo parezca debido a la gran resiliencia y capacidad para gestionar sus emociones, los entrenadores también son seres humanos y como tal, tienen sentimientos y les afectan las situaciones negativas. Por eso, a pesar de que todos los entrenadores son conscientes de que su labor siempre va a estar juzgada y en entredicho ya que esto forma parte del mundo del fútbol, muchos de ellos no consiguen entenderlo y acaban dando el brazo a torcer, desmotivándose paulatinamente y finalmente, por desgracia, abandonado la práctica.

Por eso, para evitar que estas situaciones sigan sucediendo y con el objetivo de invitar a la reflexión a todos los amantes del fútbol, especialmente del fútbol base, lanzo las siguientes preguntas:

  • ¿Quién se preocupa por el míster en los malos momentos?
  • ¿Quién reconoce y apoya al entrenador cuando lo necesita?
  • ¿QUIEN AYUDA AL QUE AYUDA A TODOS?

Texto: Rubén Bisquert
@rubenbisquert

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