El durísimo correctivo al Atlético en Alemania manda un aviso al fútbol femenino español

Foto: Atlético Femenino

El Atlético de Madrid Femenino es un equipazo. Un conjunto con mayúsculas. Flamante campeón de Superliga Femenina, hace apenas unos días se impuso por un contundente 6-0 a otro conjunto potente como es el Athletic Club. Con esa bagaje en la mochila y con un 0-3 que remontar del partido de ida, las colchoneras viajaban el pasado miércoles a Alemania a medirse al Wolfsburgo en la vuelta de los treintaidosavos de final de la Champions League Femenina.

Noventa minutos después, el marcador reflejaba un 12-2 histórico. Un durísimo correctivo para las chicas de Ángel Villacampa.

Como bien refleja el marcador, el partido no tuvo demasiada historia. Incluso habrá quien lo achaque a un momento puntual, un mal día de las atléticas. Pero la eliminación a las primeras de cambio del Atleti en Europa supone, más allá de lo doloroso del marcador y de la sorprendente facilidad del Wolfsburgo (campeón ya tres veces de la competición) para lograr un tanteo tan abultado ante todo un campeón de Liga, un serio aviso para la competición española respecto al fútbol femenino europeo.

A día de hoy, Alemania va camino de consolidarse como la gran potencia dominadora del futfem a nivel europeo, con casi 210.000 licencias federativas (datos UEFA de la temporada 2016-2017). En España, la cifra era de 32.000 licencias el año pasado. Siete veces menos. La comparación palidece a su lado, pero también si agregamos a países como Inglaterra (107.000), Países Bajos (153.000) Suecia (179.000), Francia (107.000) o Noruega (100.000). Cuantas más practicantes, mayor evolución. Cuantas más chicas federadas, mayor competitividad en las Ligas nacionales y, por extensión, mayor es la posibilidad de que surja el talento.

Sin embargo, el crecimiento del fútbol femenino en dichos países podría guardar también relación en la decidida apuesta económica que sus federaciones han llevado a cabo para promulgar el deporte a nivel nacional. No es un crítica, ni mucho menos, a los encomiables esfuerzos de la RFEF por impulsar el futfem en España, un país ‘futbolero’ en el que el deporte rey prácticamente monopoliza la conversación deportiva. Pero los números están ahí: la inversión anual española de cerca de 3,5 millones de euros se topa de frente con la fuerte apuesta en Países Bajos (4,5 millones), Suecia (5,1 millones), Noruega (7,2 millones) o, de nuevo, la propia Alemania (9 millones de euros).

La correlación no es exacta: por ejemplo, Italia invierte casi lo mismo que España en fútbol femenino, pero sus licencias federativas son muy inferiores en número (23.000). Pero, lógicamente, la presencia de mayores recursos económicos para promover el fútbol femenino ayuda a un crecimiento y expansión más rápidos. Sólo hay que ver los salarios medios de las jugadoras en nuestros equipos respecto a los alemanes, capaces cada año de atraer a una mayor cantidad de jugadoras de toda Europa a sus competiciones.

Vaya por delante que valoramos el esfuerzo de clubes y Federación en la promoción del futfem. El camino recorrido hasta este punto ha sido arduo y basado de la tenacidad, muchas veces, de unas jugadoras que han hecho sacrificios inmensos para practicar el deporte que aman. Pero no es suficiente. No lo es si lo comparamos con la ingente cantidad de millones de euros invertidos en el fútbol masculino. Por ello, reclamar algo más de equilibrio en esas partidas no parece descabellado.

España goza de una de las mejores canteras de Europa, con niñas y jóvenes talentosas y con gran calidad. Pero ese talento nunca podrá exprimirse al máximo nivel si las instituciones no se ‘mojan’ todavía más a nivel de inversión, como sí ocurre en otros puntos de Europa.

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