Imparable, desconsiderado e inmisericorde el tiempo se nos va de las manos como fina arena de playa deslizándose entre los dedos, sin que podamos hacer más que dar fe y ser testigos. Y así, como las vacas que ven pasar el tren mientras pacen y mastican, se nos viene encima otro curso a punto de terminar, otro verano que planificar y entre ambos, el de en medio de los Chichos se nos aparece en sueños reales tomando la forma de otra temporada de fútbol finalizada.
Crónica de una merienda anunciada. El pasado martes nos batimos con nuestros hijos, nietos o lo que fueran pudiendo comprobar varias cosas. La primera que estamos (estoy) en una deplorable forma física; la segunda que en el césped las cosas no son tan fáciles como desde la grada; la tercera que si alguna vez hiciera falta contamos con un porterazo, el Gran Cañas, que defendió con uñas y dientes la puerta de la experiencia con magníficas intervenciones a pesar de la desidia, vagancia o incapacidad de la defensa que hacía de todo menos recuperar la posición y asistir a su guardameta; y la cuarta que el ballet, la danza, el futbol y el derecho se encuentran íntimamente conectados, vamos que son vasos comunicantes.
La prueba a cargo de Clara, o reina do futebol, que nos obsequió con una volea a más de medio altura con todos los números para acabar en la autovía, en el infinito, o más allá. A pase bombeado, pero medido, de alguien de cuyo nombre no quiero acordarme, acomoda la izquierda bien apoyada en tierra y alza la derecha en medio “arabesque”, medio “fouetté”, dictando sentencia con su empeine derecho que alcanza de lleno la bola entrando franca, imparable, por el centro de la portería enemiga ante la sorpresa de los congregados y la mayor naturalidad, indiferencia casi, de la protagonista. Momento idóneo para haber dejado ahí, en todo lo alto, el encuentro.
El resultado final, como viene siendo normal, es lo de menos. Disfrutamos, jugamos con hijos, nietos y buenos amigos. Algunos ya conocidos, otros de esta temporada pero todos, sin excepción, enormes personas con quienes el azar nos ha regalado cruzarnos. Bendito azar que en esta ocasión nos sorió sacando black jack, los dos seises o la jugada más alta posible.
El equipo, la orquesta dirigida por el Maestro Bartual, se ha afinado durante el año y su meritorio puesto en la liga lo atestigua. Una liga es muy larga y por el camino quedan puntos perdidos pero momentos ganados a pulso y sudor que se compensan. Nuestros chicos han crecido, no solo físicamente, bajo nuestra mirada diaria que no aprecia el estirón constante, imparable, la evolución continua que poco a poco (por favor sin prisa), les hará los hombres que todos deseamos.
Y para el final, la merienda de un grupo de padres encantados de estar juntos, de que nuestros tesoros lo estén y de que nunca pierdan el contacto y el recuerdo de este año por mucho que la vida, también imparable, nos lleve a unos y a otros por distintos derroteros. Llega el momento de terminar el curso, de apretar el culo a la silla y el codo a la mesa y disfrutar del verano ahora que tiene tres meses, que ya vendrán las rebajas acompañando a la edad.
Lo dicho, un placer inmenso haber compartido con todos, absolutamente todos, esta temporada de nota sobresaliente para los nuestros que, desgraciadamente, no volverá pero nos deja en el recuerdo momentos inolvidables que formarán parte, para siempre, de nosotros.
Gracias chicos por compartirlos con nosotros.
Texto: Enrique Vila