Un deporte con más de un siglo de historia sigue siendo el principal foco de atención de la gran mayoría de la sociedad. Es difícil encontrar un rincón en España donde se desconozca la existencia del fútbol. Mueve fronteras allá por donde va, lo cual se ve reflejado en muchos chavales, que ven a sus ídolos por la televisión y quieren ser como ellos. Por esa razón deciden imitarles, ya sea en el estilo de juego, la vestimenta, el peinado o cualquier aspecto que tenga relación con su futbolista favorito.
Estamos hablando de un deporte que mueve masas, con una repercusión impresionante. ¿Cuántos han soñado tener algún día la oportunidad de marcar un gol como el que le endosó Andrés Iniesta a Holanda en la Final del Mundial? Un hito que despertó una gran pasión entre aquellos que no sentían una gran devoción por el fútbol. Las hazañas de las selecciones impulsan a los más jóvenes a querer llegar algún día a la cima deportiva. ¿Cuál es el problema? Solo unos pocos pueden gozar de esa bendición.
Cuanto antes nos demos cuenta de que lo más importante en el fútbol base es que los jugadores disfruten haciendo lo que más les gusta daremos un gran paso al frente en la formación de los jóvenes. Hace unos días me contaba un técnico: «El entrenador que lleva el equipo de benjamines de primer año quiere tener un equipo competitivo y ha apartado a tres jugadores por no ser ‘tan buenos’. Lógicamente se lo van a dejar antes que jugar en otro equipo donde no estén sus amigos». La triste realidad que se vive en muchos lugares.
En numerosos clubes se mantiene la constante de ‘fichar’ antes que formar. Preferimos traer jugadores nuevos a confiar en los que siempre han estado en la casa. Y no hablo de clubes cuyo primer equipo compite en Primera División o Segunda ‘A’, sino de clubes más humildes. Deberíamos pararnos a pensar si de verdad merece la pena formar equipos más competitivos para realzar las figuras de nuestros clubes, en lugar de preocuparnos en disfruten los que ya forman parte de él.
Precisamente Andrés Iniesta afirmó en una entrevista a El País Semanal que dejó de ser niño a los doce años para formar parte de La Masía. «A veces la cosecha se precipita… No es algo que solo me haya ocurrido a mí. Otros pasan por algo parecido en circunstancias más duras», contaba el manchego. Él tuvo la buena suerte de crecer en el mundo del fútbol pero su adolescencia nunca será igual que la de otro chaval, tuvo que renunciar a ello, como Amadeus Mozart renunció a su infancia para convertirse en un genio de la música. Ambos lo consiguieron, pero ¿cuántos más han hecho ese sacrificio y no conocemos su nombre?
Tenemos que situarnos en la piel de esos chavales que ahora militan en equipos de fútbol base y pensar, ¿cuántos llegan a vivir del fútbol? Si sacrificamos su infancia porque queremos crecer como entrenadores estamos cometiendo un grave error. Los niños tienen que disfrutar haciendo lo que más les gusta. Apartarles de sus amigos puede suponer que terminen por dejar de jugar al fútbol, un deporte que es su pasión. Puede que a los doce años no hayan despuntado pero quizás lo terminen haciendo en cadetes o juveniles. Hay ocasiones en las que es más importarte asegurarse una buena base con jugadores fieles al club que conseguir formar un ‘equipazo’.
No olviden casos como el de David Villa que a los nueve años fue rechazado por el Real Oviedo y hasta los 18 años no llegó al Real Sporting de Gijón. A partir de ahí forjó la carrera de un futbolista de leyenda, situándose como el máximo goleador de la selección.
La prisa por despuntar no es conveniente. No hay que obsesionarse con ninguna meta, siempre hay que luchar por ellas, pero no todas dependen únicamente de ti. Encontramos muchos factores externos, como la confianza de otras personas en tus capacidades, las inoportunas lesiones…
Lucha por tus sueños pero no obligues a otros a luchar por los tuyos, es decir, deja que cada uno sea feliz haciendo lo que más le gusta. No te lleves a jugadores de un club a otro para que vean los buenos resultados que obtienes al reunir mucho talento. Sé capaz de ayudar a crecer a los jugadores que llegaron desde pequeños y no han dejado de creer en tu club.