El pequeño Bradley Lowery falleció este viernes 7 de julio a los 6 años de edad, según anunció su familia. Una muerte que impactó al Reino Unido y al mundo del fútbol al completo, sobrecogido debido a las lecciones de vida que el pequeño -aquejado de un neuroblastoma, un tipo de cáncer poco frecuente- había dado en los meses anteriores.
Quizá la más llamativa fue su curiosa y bonita amistad con el atacante Jermain Defoe, quien conoció a Bradley en una visita junto a otros jugadores del Sunderland al hospital hace un año. Allí se conocieron y el veterano futbolista se enteró de que, para el joven hincha, él era su referencia. Le pidió que se quedase un rato más, y Defoe acabó pasando la noche en la camilla junto al pequeño. Se durmió en sus brazos.
En los últimos meses, Defoe visitó frecuentemente a Bradley y a su familia para darles ánimos en una historia conmovedora, que vivió su momento más emotivo en septiembre de 2016, cuando el niño recibió un homenaje en el estadio del Sunderland y su nombre fue aplaudido por el público en el minuto 5 del partido ante el Everton. En ese partido se recaudaron más de 800.000 euros empleados en enviar al pequeño a Estados Unidos a tratarse de su enfermedad.
Bradley fue protagonista en varias ocasiones al saltar al césped del Stadium of Light en brazos de Defoe. De hecho, acompañó a su jugador favorito incluso en el mítico Wembley, cuando el atacante fue convocado por Inglaterra en marzo ante Lituania. Cuatro meses después, Defoe anticipaba el triste final del niño apenas horas antes de su muerte, cuando rompió a llorar en una rueda de prensa en la que le preguntaron por su «mejor amigo».
La especial amistad entre Bradley y Defoe queda ya para la historia como uno de los mayores ejemplos de humanidad y solidaridad de un futbolista de élite, figuras en el fondo terrenales y capaces de ejercer una influencia positiva en la sociedad con gestos como este. Nacida de la casualidad, esa amistad sirvió para concienciar sobre la enfermedad y para ayudar en la lucha contra el cáncer infantil. En este sentido, la pelea de Bradley nos recuerda lo verdaderamente importante que es disfrutar de cada momento, y pone de relevancia que a menudo nuestros dramas cotidianos (ganar o perder un partido, que tu hijo sea titular o suplente, comprar el último modelo de botas deportivas…) se quedan en meras anécdotas al lado del cáncer u otras dolencias.
Jermain Defoe demostró a muchos jugadores de élite que ‘flotan’ sobre la tierra, incapaces de sentir empatía con sus aficionados y gente de la calle, que se puede ser buen tipo y demostrarlo día tras día ayudando a un niño, por difícil que fuese la batalla, a luchar contra la enfermedad. Los futbolistas son el espejo en el que se mira una parte importante de la sociedad, en particular su sector más joven. Y ahí es donde una persona puede marcar diferencias de verdad. No sobre el césped, sino fuera de él: un pequeño gesto para un futbolista puede ser gigante para su mayor fan.
La tragedia de Bradley Lowery nos pilla lejos en la distancia pero cerca en nuestros corazones. En un periódico como ESPORTBASE, centrado en el fútbol base, es difícil no sentirse conmovido por una historia así. Puede que la enfermedad le quitase la vida, pero nunca le quitó sus ganas de jugar, de disfrutar y de vivir. Bradley ya no está, pero su ejemplo quedará para siempre.