Rubén Darío Ciraolo: «Yo era un medio ‘metedor’, pero metedor de pases, no de goles»

Los años ochenta fueron uno de los periodos más duros de la historia del Valencia CF, ‘avisado’ futbolísticamente a principios de década del peligro real de descender –Tendillo lo evitó con aquel mítico gol- y confirmando la debacle del descenso a Segunda en verano de 1986, pese a que apenas un año después recobraría la categoría perdida con brillantez y una plantilla repleta de gente de la casa.

Con Di Stefano a los mandos, el verano de 1987 vio el aterrizaje en tierras valencianas de Rubén Darío Ciraolo Petrucci (Rosario, 8 de diciembre de 1961), centrocampista típicamente argentino que había destacado en aquella camada de peloteros de zona ancha en Newell’s Old Boys. Su estancia en el primer equipo fue breve -dos temporadas- pero intensa, y tras su pronta retirada se asentó en la capital del Turia como entrenador y, a fecha de hoy, comentarista radiofónico y director deportivo de la Unió Benetússer-Favara.

Llop, Ciraolo y 'Tata' Martino | Foto: El Gráfico

Llop, Ciraolo y ‘Tata’ Martino | Foto: El Gráfico

ESPORTBASE: ¿Cuándo empezó usted a jugar al fútbol?

RUBEN DARÍO CIRAOLO: Empecé con mi primo en el ‘fútbol mosquito’, a los tres años. Usábamos pelotas de tamaño 6 o 7, mucho más grandes que el tamaño 5 habitual para que fuese más fácil jugar. Había partidos y torneos de noche en el barrio de Rosario y se me daba bastante bien, marcaba muchos goles.

EB: Entiendo que jugaba en ‘potreros’, en campos que no eran campos…

CIRAOLO: Sólo hacía falta un descampado de tierra y dos palos, o dos montones de ropa o de piedras. Jugábamos cinco contra cinco. Se dice que en Argentina siempre hay un campo cerca de casa, y era verdad. Poco a poco el grupo de amigos empezó a jugar los sábados, aunque entre semana no entrenábamos. Nos daban una camiseta e íbamos a jugar con la gente del barrio. Recuerdo también jugar con el equipo del colegio en séptimo grado, la Escuela nº 616, en un torneo interescolar televisado.

EB: ¿Llevaban equipaciones o iba cada uno con su camiseta?

CIRAOLO: Había un señor muy hincha de Boca en el barrio y, claro, conseguimos patrocinador y un año vestimos todos la camiseta de Boca. Era tremendo, cuando teníamos que viajar nos subíamos ocho o diez a una ‘chata’ (camioneta) y un padre nos llevaba, todos cantando en la parte de atrás.

EB: ¿Y cómo se lo tomaban sus padres?

CIRAOLO: Por suerte, se lo tomaron muy bien. Mi padre llegó a estar en la tercera de Newell’s Old Boys, pero se lo dejó. A mi madre al principio no le gustaba. Pero ya en esa época estuvieron junto a mi, conforme iba creciendo y me iba profesionalizando. Se llegaban a hacer mil kilómetros en autobús para verme jugar un partido.

Ciraolo, segundo abajo por la izquierda, en el XI de Newell's | Foto: NOB

Ciraolo, segundo abajo por la izquierda, en el XI de Newell’s | Foto: NOB

EB: ¿Cómo debuta en Primera División argentina?

CIRAOLO: Estuve en Newell’s con doce años, en Tiro Federal, luego en Club Renato Cesarini después de pasar la mili… Por aquel entonces, Renato Cesarini estaba en Primera Local, un campeonato regional que podía darte acceso a jugar en competición Nacional, la Primera División argentina. Logramos llegar a disputarla dos años seguidos, 1982 y 1983, y tengo la suerte de jugar todos los partidos y hacerle a Newell’s dos goles.

EB: ¿Ficha usted entonces por el primer equipo de Newell’s?

CIRAOLO: Lo cierto es que, al acabar esa temporada, Rosario Central llama a mi puerta. Víctor Vesco, el presidente, me llamó para hacerme una oferta. Le dije que me lo pensaría, pero yo no veía convencido al entrenador de Rosario de querer contar conmigo. Con veintidós años, tenía que hablarlo con mis padres. A las siete de la mañana del día siguiente aporrearon la puerta de casa. Era González, de Newell’s, que me decía que el presidente Armando Botti quería reunirse conmigo. Creo que la buena prensa me ayudó: me llamaban ‘Ciraolé’ porque me gustaba mucho gambetear con el balón y regatear. Me reuní con él, le expliqué que yo había sido toda la vida hincha de Newell’s Old Boys y me hizo una propuesta. Llamé al ‘Indio’ Solari, que era el presidente de Renato Cesarini, llegaron a un entendimiento y se cerró el trato. Eso sí, luego tuve que hablar con Vesco para explicárselo… ¡Casi me mata!

EB: Ese ‘pique’ entre Rosario y Newell’s…

CIRAOLO: En todos los años que estuve en Newell’s, sólo perdí un clásico, el primero que jugué y por 2-1. En el segundo, el padre del ‘Pipita’ Higuaín me lesionó en la tibia y me pasé toda la primera vuelta fuera de combate. Reaparecí en un clásico y tuve la suerte de hacer dos goles en aquel 3-3 tan recordado.

EB: Newell’s tuvo una gran generación de futbolistas en aquella época…

CIRAOLO: Scoponi, Martino, Almirón, Bianco, Giovagnoli… El 80% de los jugadores han acabado siendo entrenadores de Primera División. Lamentablemente fuimos subcampeones tres veces, la más famosa aquella final perdida con Boca. Todavía mantenemos el récord de 24 partidos sin perder. Cuando me marcho, sólo hubo un cambio en ese equipo, que ya tenía a Sensini o Batistuta en el banquillo y salió campeón en 1988 con Yudica como técnico.

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Cromo de Ciraolo en la temporada 1987-88

EB: ¿Fue duro para usted el salto del fútbol amateur al fútbol profesional?

CIRAOLO: Yo no lo noté demasiado. En los ‘potreros’ jugábamos muchas veces por dinero, recuerdo una vez que tuvimos que salir corriendo de uno porque nos perseguían con hachas por haber ganado… Cuando llegas a Primera, siendo humilde, juegas con mucho desparpajo. La presión la notas a partir del segundo año, el ‘pibe’ empieza a ser exigido, el público te silba si fallas. Por suerte, siempre tuve el respeto de la hinchada. Eso te pasaba allí y te pasa aquí en Valencia. Tengo compañeros valencianistas que, antes de saltar al campo, iban al baño tres y cuatro veces porque los nervios les revolvían el estómago. Luego arranca el partido y los nervios se esfuman.

EB: Ciraolo se marcha de un club que exige mucho a sus canteranos y aterriza en el Valencia, otro club que también pide mucho a la gente de la ‘casa’.

CIRAOLO: Parece que cuantos más años estás, más derecho creen tener para exigírtelo todo. Yo siento el Valencia dentro, es mi equipo, y recuerdo cuando jugaba preguntarme muchas veces: «Ché, ¿para qué silban?» En Argentina te alientan hasta el último segundo del partido. Luego es cierto que acaba el partido y te quieren matar… Quizás aquí el fútbol se vive de forma diferente.

EB: Parece, a día de hoy, que el fútbol para los niños deja de ser una diversión a edades más tempranas para convertirse en su profesión, en exigencia y en ganar.

CIRAOLO: Todos los padres quieren ganar, pero recuerdo que no tenía esa presión en categorías de formación. Salías a divertirte, a jugar. A día de hoy, pierdes un partido contra el Levante o el Villarreal en categoría Cadete y se fustiga a los nanos, hay siete cambios, reproches al entrenador… Esa tendencia puede deberse a que el Valencia ha cambiado mucho de director de su escuela en los últimos años: Martín Vila, Rufete, ahora Alesanco. Demasiados cambios, no da tiempo a implantar un método.

XI del Valencia en la temporada 1987-1988 | Foto: Ciberche

XI del Valencia en la temporada 1987-1988 | Foto: Ciberche

EB: La historia ‘oficial’ la conocemos todos. ¿Cómo fue, de verdad, su fichaje por el Valencia?

CIRAOLO: Había estado dos años aguantando el contrato para quedar libre en verano de 1987, y estaba a punto de irme a Boca. Ricardo Schlieper, mi representante, me avisó de una llamada de Sánchez Lage que decía que iba a venir Alfredo Di Stefano a hablar conmigo porque me había visto jugar. Me reuní con él, estuvimos tres horas en un apartamento de Buenos Aires viendo un vídeo que había preparado uno de sus ayudantes -porque el ‘viejo’ lo tenía todo controlado- y describiéndome movimientos, lo que esperaba que yo aportase, etc. Cuando volví a Rosario, le conté a mi padre que había estado con Di Stefano. «¿Tu sabes con quién has estado reunido?», me contestó. Dijo que era el más grande en el mundo del fútbol. A la semana me llamaron y vine para Valencia.

EB: Su estancia en el Valencia fue muy corta. ¿Se esperaba lo que se encontró al llegar?

CIRAOLO: Futbolísticamente, era un estilo diferente al mío. En aquella época la adaptación costaba más, con mucho balón aéreo y disputas. Desconozco quien me catalogó de medio ofensivo, recuerdo haber dicho que era un medio «metedor» pero en el sentido de ‘metedor de pases’, no de goles. Di Stefano sí me conocía y sabía que era un jugador tocador, de aguantar la posesión, organizar, estructurar la jugada… Tuve suerte en los partidos en los que me pusieron como figura destacada, en el Camp Nou y en un partido ante el Betis en el que jugué detrás del punta. También me hicieron un par de penaltis en Logroño, en Vigo…

EB: Pero, con la salida de Di Stefano, también acabó su etapa en el Valencia.

CIRAOLO: Tras el primer año, poco a poco me iba sintiendo mejor en el campo, hasta aquel fatídico partido ante la Real Sociedad un 1 de enero en Mestalla con Víctor Espárrago de entrenador. Tuve una buena tarde y me cambiaron empezada la segunda mitad, con Mestalla en pie. Y yo, argentino, latino y ‘caliente’, me puse en la mitad de la cancha y corrí muy despacio hasta los banquillos mientras aplaudía a la hinchada y saludaba. Luego, en el vestuario, todos me felicitaron por el partido. Hasta que llegó Espárrago y me dijo: «Hoy fue su último partido. Nadie me silba a mi por usted». Luego jugué unos minutos en Elche y poco más. A final de temporada pedí la baja.

EB: ¿Por dónde pasó tras salir del Valencia?

CIRAOLO: Me fui a San Lorenzo a jugar la liguilla pre-Libertadores. Luego estuve en Platense. A los 29 años me iba a marchar al Tenerife, había buena sintonía con los Redondo, Dertycia, Pizzi y estaba todo casi arreglado. Pero se demoró la situación y decidí dejar el fútbol.

Ciraolo (segundo por la derecha), dirigiendo en el Quart de Poblet

Ciraolo (segundo por la derecha), dirigiendo en el Quart de Poblet

EB: Y, entonces, empezó su etapa en los banquillos.

CIRAOLO: Fui un año a Requena a jugar en Preferente y como favor a unos amigos y al presidente. ¡Eso sí, en diciembre no iba a entrenar por la nieve! Luego me saqué el título y empecé en Massanassa, Alboraya, Quart de Poblet, Benaguacil, Paterna, Puzol, Alcudia, Villarrobledo… Nunca me echaban de ningún sitio, pero por circunstancias acababan las temporadas y no continuaba en el proyecto. Y ahora, muy ilusionado al frente de la escuela del Unió Benetússer-Favara.

EB: En su faceta como director deportivo, ¿qué diferencias ve entre los niños de hoy y lo que usted vivió en los años setenta en Argentina?

CIRAOLO: Ahora el niño tiene muchísimo más material a su disposición, está mucho más preparado. El fútbol base en Argentina sigue siendo mucho más individualista, mientras que en España y en Europa el juego es más colectivo. Es la principal diferencia: allí no pasa nada si un niño agarra la bola y se marcha de cinco, le dejan. Por eso son grandes regateadores. Pero aquí todos le llaman ‘chupón’ y le piden que la pase, se juega más en equipo.

EB: ¿Y qué diferencias hay entre las grandes escuelas de formación argentinas y las que ha visto usted aquí, en el Valencia, Villarreal o Levante?

CIRAOLO: Allí sólo las escuelas más grandes tienen esa capacidad formativa: Rosario Central, Newell’s, Boca, River… No hay escuelas como la del Benetússer-Favara en Argentina, no hay infraestructura. En España hay muchísimas más escuelas de tamaño medio que ayudan a elevar el nivel general de futbolistas en formación.

EB: ¿Le sigue alucinando lo fácil que tienen los niños jugar al fútbol hoy en día en buenas instalaciones, en comparación con su época?

CIRAOLO: Es un cambio muy grande, porque yo siempre jugué en tierra con alguna ‘calva’ de césped. Aquí y en la actualidad, en el césped artificial, es imposible que el balón te bote mal. Es más fácil mejorar, y más con los grandes preparadores que hay en la Comunidad Valenciana. Creo que, a nivel internacional, aquí -y no hablo sólo por mi escuela, sino en general- se trabaja muy bien el fútbol base.

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Fundador y director de ESPORTBASE Media desde 2015. Periodista, educador y deportista. Tras una década con los 'mayores', descubrí lo satisfactorio que es inculcar valores deportivos y personales a los niños. Mi padre fue mi héroe.

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