Lo primero que llama la atención es el bullicio. No importa demasiado que el terreno de juego sea de dimensiones reducidas o que haya que cuadrar las sesiones de casi una veintena de equipos. El campo del CD Malilla está hasta los topes cada tarde, incluso en días de lluvia como este. Parece mentira que, hace apenas tres años, la cifra de niños en la escuela fuese una décima parte de la actual. Para un barrio de 29.000 habitantes, tan pocos niños ávidos de hacer deporte era algo incomprensible.
Mientras los chavales se ejercitan bajo la atenta mirada de los técnicos y sus padres disfrutan a cubierto del cafecito vespertino, una figura se maneja nerviosa entre diferentes funciones: habla por teléfono, comenta la sesión con los técnicos, departe con los padres, organiza sus papeles… “Tenemos una reunión de varias escuelas con la Federación en un par de horas”, nos cuenta Javier Sáez, director de la escuela del CD Malilla. “Y allí hay que ir con los deberes hechos“.
El CD Malilla ha experimentado un crecimiento espectacular desde que en verano de 2013 se pusiesen los cimientos del actual método de trabajo. En la actual junta directiva hay 14 miembros -su presidente es Juan Cerdán-, y el resto de puestos de responsabilidad recaen en el propio Sáez, el coordinador del club Paco Cid, y el coordinador de metodología, Quique Huerta. Sus números en la actualidad respaldan el renacer de un club que estaba al borde del KO hace menos de un lustro: diecinueve equipos, 16 de ellos de fútbol-8 y tres de fútbol-11, que aglutinan un total de 290 niños y 39 técnicos, con casi una cincuentena de niños en lista de espera. “No imaginábamos un crecimiento así de tremendo”, confiesa.
ESCUELA POR Y PARA EL BARRIO
Javier, tras tres temporadas al frente de la dirección deportiva, hace balance y se siente orgulloso del giro total que se le ha dado a la entidad, una de las escuelas ‘clásicas’ del Cap i Casal cuando iba de la mano del histórico Gimnástico. “En 2013 mucha gente se quería marchar porque había mucho descontrol. Ese verano cambiamos del campo antiguo, de tierra, al actual de césped que estaba inacabado. Nos quedamos con 17 niños apuntados“, recuerda. ¿La receta para resurgir de sus cenizas? “Esta escuela renace a base de mucho trabajo. Es una escuela muy cercana, que se mueve mucho y se da a conocer. Pero, sobre todo, la clave es la confianza de los padres en nosotros”, admite.
Durante la visita de ESPORTBASE se nos muestra el despacho reservado sólo para técnicos de la escuela: un habitáculo centrado en el plan específico y vocabulario que sirve para definir e implantar la metodología de trabajo. “Derrota o victoria nos da igual: de Querubín a Alevín sólo nos interesa la evolución de los niños. Sí es cierto que, en lo que respecta al Alevín A, vamos a buscar ascender a Grupo 1 porque pensamos que Malilla merece estar ahí y medirse a Valencia, Villarreal…”, recalca el responsable deportivo. Los niños no ocupan posiciones como la de portero, lateral o central: en su lugar se les invita a decir que juegan ‘de 1’, o ‘de 4’, o ‘de 7’ en función de su lugar en el campo. Pequeños detalles que ayudan a dar cohesión a todas las líneas del fútbol-8 y dotarlas de continuidad.
“Todos los técnicos están renovados para el año que viene. La mayoría de escuelas lo hacen a 30 de junio, pero nosotros queremos darles dos meses más de margen para que puedan trabajar y planificar la temporada 2016-2017. Así pueden ver en acción a los jugadores que van a llevar la temporada siguiente”, destaca. Los entrenadores tienen un papel clave en concienciar a los pequeños de que, por ejemplo, unas instalaciones tan modestas deben cuidarse para que el resto de la escuela pueda hacer uso de ellas: “Respetar al compañero implica un respeto por las instalaciones y la limpieza de las mismas“, explica Javier.
Respecto a los padres de los jugadores, se llevan a cabo reuniones periódicas “todos los meses con los padres de los 19 equipos”. Existe un buzón de sugerencias y se les pide opinión respecto a diversos ámbitos de la escuela. “En el tema deportivo no pueden entrar y lo saben, pero el ‘feedback’ entre el padre y la escuela es muy importante”, matiza Sáez. A los progenitores y tutores se les explica la planificación del mes siguiente, los eventos, excursiones… Su participación es cada vez mayor en iniciativas como, por ejemplo, el gesto de ‘fair play’ antes de muchos partidos. La idea de crear un ‘tercer tiempo’ similar al del rugby para la conclusión de los partidos, entre ambas aficiones, es otra de las ideas que ronda su mente.
En estos tres años, los responsables deportivos del club han empleado todas las vías (imágenes de agresiones e insultos, vídeos grabados en diversos campos…) para concienciar a los padres de la necesidad mantener la calma en pleno partido. Por eso, se designa a un padre dentro de cada equipo para ser incluido dentro de un grupo de Whatsapp y ejercer como portavoz y enlace entre la entidad y todos los padres de los futbolistas. En caso de incidentes, se llama al padre que infringe las reglas a capítulo. “Para nosotros, recibir premios a la Mejor Afición en los torneos es como un título más. Nos lo tomamos muy en serio”. Siempre que haya una petición o reproche, el técnico deriva la queja a la dirección deportiva. Un protocolo que sirve para “evitar enfrentamientos en pleno césped” entre padres y entrenadores. La palabra ‘prohibir’ es muy fuerte, pero hay que ser tajante”, sentencia el director deportivo.
Las instalaciones ayudan a ese entorno de familiaridad, muy recogido y coqueto, pero pueden llegar a suponer una limitación a corto plazo y el CD Malilla no es ajeno a ello: “Llevamos luchando veinte años por un campo de fútbol-11. Nos hicieron estas instalaciones y sólo ahora, la Fundación Deportiva Municipal (FDM) y el Ayuntamiento nos han notificado que en dos años estará el campo grande, que se construirá justo enfrente del actual”, comenta esperanzado mientras atiende a personal del club y padres de los jugadores que están entrenando. La escuela, como otras muchas otras en el Cap i Casal, busca su hueco sin necesidad de entrar en conflictos. “Las escuelas no somos propietarias de nadie. Quien quiere quedarse, se queda, y quien quiere marcharse para progresar, lo hace”, finaliza mientras recuerda, con orgullo en el rostro, que varios de los niños que se marcharon hace cuatro años… están, poco a poco, empezando a regresar a la escuela barrio. A Malilla. A su casa.