“Es que a mi hijo no se le da bien este deporte”. Con una frase tan corta y sencilla, muchísimos padres zanjan de un plumazo las opciones de que sus retoños practiquen una actividad deportiva: no se les da bien, así que… ¿por qué insistir? Sin embargo, quizá el problema no resida en la habilidad natural del niño, ni en sus aptitudes físicas. Quizá el problema resida, simple y llanamente, en la manera en que percibe el mundo que lo envuelve.
La terapia visual deportiva es uno de los campos del conocimiento en mayor expansión en los últimos años: atletas y deportistas de élite han visto reforzadas y aumentadas sus capacidades para lograr esa ventaja extra fundamental en la competición. Sin embargo, su aplicación no se limita al ámbito profesional: escuelas, clubes deportivos, instituciones y padres buscan para sus hijos el asesoramiento y ayuda de optometristas y terapeutas visuales como Gabriel Ruíz y Libertad Novejarque, responsables del centro Educando Tu Mirada (Valencia).
Los niños visualizan, saltan, se mueven y activan a nuestro alrededor mientras la charla continúa. “Trabajamos áreas como la atención, la emoción, las habilidades motoras y coordinativas, los procesos cognitivos…”, indica Novejarque mientras uno de los pequeños brinca en la cama elástica mientras memoriza y toca con sus manos diferentes patrones en la pared. El número de ejercicios es ilimitado, y la dificultad se ajusta a la edad, necesidades y aspectos a mejorar en el paciente. “Podemos aumentar la dificultad todo lo que queramos”. Quien esto escribe decide probar un par de ejercicios… antes de constatar que, efectivamente, tiene razón. La coordinación nunca fue mi fuerte.
“El ojo ve. El cerebro codifica. El cuerpo se mueve”. Es el lema que impulsa la S.V.T.A., método ideado por el optometrista Andrea Cagno en Italia y con cada vez mayor implantación en todo el mundo. En Valencia, Ruiz y Novejarque encuentran cada vez un mayor número de pacientes que acuden a ellos buscando un método cuyos resultados, nunca mejor dicho, saltan a simple vista. “A través de lo visual se puede mejorar en todas las áreas”, explican. “¿Por qué mi niño no puede leer y el resto de su clase sí? ¿Por qué un niño evita la mirada y se le califica como ‘tímido’? Este método permite darse cuenta de comportamientos que no son naturales, y por tanto sí tienen una solución a través de la terapia visual“, agrega Ruíz.
Niños hiperactivos e hipotónicos (“nada les estimula, no se activan físicamente”), pequeños con problemas de miopía e hipermetropía, problemas de equilibrio, introvertidos, extrovertidos, impulsivos… Todos estos comportamientos pueden trabajarse. “Se aprende a través de los ojos. Somos seres visuales en un 83%“, recuerdan. Una vez aplicados estos conceptos al ámbito deportivo, las posibilidades son innumerables: “Por ejemplo, ayudar a definir la demarcación de un futbolista benjamín en el campo. Un delantero no visualiza igual que un portero o un mediocentro. El delantero debe imaginar lo que tiene a su espalda, es el finalizador. Damos las herramientas a los entrenadores para guiarles e indicar, por ejemplo, si un niño tiene buenas habilidades visuo-perceptivas y su puesto natural es el centro del campo“.
El trabajo es muy, muy detallado, como corresponde a una trato individualizado con cada niño o adulto. “Es una terapia increíblemente versatil“, apunta Libertad, “y el nivel puede modificarse en función de los límites del paciente”. El trabajo conlleva mucha implicación de los profesionales, y la máxima colaboración y comunicación con las familias y los colectivos que rodean al paciente. Las sesiones se realizan de forma individual o en grupos reducidos de pacientes. Nos marchamos mientras nos ponen otro ejemplo habitual: el niño que sólo chuta con una pierna. “No buscamos que un niño diestro se convierta en zurdo. El trabajo que hacemos busca lograr un equilibrio entre ambos lados del cuerpo, integrarlos, que no exista ninguna rivalidad entre ambos”, concluyen.
De camino a la salida, veo por el rabillo del ojo mi grabadora. Menos mal: a punto había estado de olvidarla. “Visión periférica”, me dicen entre risas. Empiezo a pensar que, quizá, no me vendría mal hacerles una visita pronto…
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