El trabajo formativo es duro. Muy duro. A entrenadores, preparadores, directores de academia y padres de los futbolistas les cuesta un mundo que los más pequeños comprendan y asimilen una serie de valores definidos y positivos que les ayuden a crecer de manera sana y responsable. Una tarea titánica, ardua y que requiere de un empeño constante.
Y todo para que noventa minutos puedan echar al traste tanto trabajo.
No es la primera vez que en ESPORTBASE recalcamos la necesidad de que precisamente sean los referentes mediáticos, las élites del fútbol en España, las que den ejemplo a los estratos inferiores. El pasado fin de semana ocurrió a la inversa: la goleada que el Real Madrid endosó al Rayo Vallecano (10-2) y sus circunstancias particulares no sólo afea la competición en la que tuvo lugar (la Liga), sino que muestra unos valores que suponen la antítesis a lo que el deporte formativo persigue.
De poco sirven ejemplos excelentes de ‘fair play’ como el de Aitor Cebrián y su Ayelo, o Emilio Llácer y su Valencia CF, si los niños van a ver por televisión como un equipo muy superior a otro (presupuestariamente y técnicamente) abusa en exceso de una ventaja conferida por terceros (como puede ser una lesión o, en este caso, dos expulsiones en 27 minutos).
No se pone en cuestión que un equipo manifieste su superioridad en el marcador: anotar cuatro, cinco, seis, incluso siete goles se han convertido en habituales en Primera División. Sí nos parece materia para la reflexión, en cambio, la actitud que futbolistas y el equipo al completo mostró al aprovechar la coyuntura (corriendo a buscar el balón al fondo de la red para anotar más tantos, como hizo Cristiano Ronaldo) para engrosar guarismos y ‘hacer sangre’ con el equipo debilitado. El técnico del Rayo Vallecano, Paco Jémez, no pudo ser más explícito: «Esto ha sido esperpéntico y vergonzoso. Nos sentimos pisoteados y humillados«, dijo tras el partido.
La Federación Inglesa aboga por no reflejar las goleadas en la prensa. Sin embargo, el marcador del Bernabéu ha aparecido en los grandes medios deportivos como una hazaña histórica. Si los propios jugadores de élite no son capaces de empatizar con sus compañeros de profesión, ¿cómo queremos que los más pequeños lo hagan?